VICTOR SAVILLE
En la historia del cine británico
Victor Saville ocupa un lugar, menor posiblemente, pero que merece nuestra
atención por el género que le hizo famoso en los años 30 del pasado siglo y que
yace sumergido en las más profundas aguas del olvido. Saville fue el creador de
los mejores musicales ingleses durante la primera etapa del sonoro, trasladando
a la pantalla todo el encanto y talento de intérpretes como Jessie Mathews, la
estrella de “Compañeros de fatigas” (The good companions, 1933) y “Siempre
viva” (Evergreen, 1934). Se impone evocar a la citada miss Jessie. Fue,
salvando las distancias que no son cortas, una suerte de Fred Astaire femenino
e inglesa, inglesísima. Era más bien feucha, o siendo benevolentes tenía carita
de boba pero no desagradable. Cantaba de forma gallinácea pero ¡¡¡stop!!, bailaba
estupendamente y se movía con tanta gracia y habilidad en un vals como en el
mismísimo tap. Su éxito en la “pérfida Albión” fue apoteósico y bien que
merecen ser revisadas sus películas, dirigidas o no por Victor Saville.
Difíciles de encontrar, muy cierto. Yo las adquirí en Londres en dvds.,
lógicamente sin subtítulo alguno. No hace tantos años. Y pude comprobar que se
vendían a ladies and gentlemen de mediana o casi (y hasta sin casi) tercera
edad.
Victor Saville no se limitó al
musical. Su filmografía se inicia en 1919 con “The story of oil” y continua en
el cine silente, aunque ejerciendo tareas de productor hasta 1928 en la
película “Tesha”. A partir de ese film, que nunca he podido encontrar por
ningún lado, Saville va paulatinamente convirtiéndose en una de las grandes figuras
del cine británico, casi capaz de competir con Alexander Korda ya que ejercerá
las funciones de productor, director y guionista hasta 1935 alternando los
musicales con melodramas victorianos o no, films de íntriga y comedias Un
excelente artesano todoterreno. Mi conocimiento de esta gran etapa en su larga
carrera es muy limitado. Pero “Michael and Mary” (1932) y “The faithful hearth”
(1933) son comedias, con toques melodramáticos, de un notable ingenio y cuentan
con una realización acusadamente estilizada. Huelga decir que tambien las ví en
Londres, a través de las emisiones de la
BBC, ya que mi trabajo me llevó a viajar a esa ciudad más de
una semana durante unos 20 años. Añado, como podéis imaginar, que el cine no me
supuso nunca ingresos que me hubiesen servido para alimentarme de manjares que
no fuesen pipas de girasol, castañas pilongas o patatas fritas (de bolsa). Mala
dieta.
Hasta 1940 continua en el Reino
Unido y filma la magnífica “La mujer enigma” (The dark journey, 1937), su más
sobresaliente film junto a la citada “Evergreen” y, sobre todo, produce “La
ciudadela” (The citadle, King Vidor, 1938) y “Goodbye mr. Chips” (Sam Wood, 1939).
Esta película, suficientemente conocida en la que el gran Robert Donat logra
una interpretación conmovedora arrasa en las taquillas norteamericanas y
conduce a Saville a Hollywood, primero en su faceta de productor, y después ya director
al final de la Segunda Guerra
Mundial. Nunca rebasará una categoría funcionarial, apto para un barrido como
para un fregado. Lo mismo servirá para ilustrar el melodrama de Cronin “Los
verdes años” (The green years, 1947) que la aventura iniciática en “Kim de la India” (Kim, 1950),
aplicando su oficio con probidad, pero sin entusiasmo. Consciente, acaso, de
que en la “fábrica de sueños” es un desubicado al que le están vedadas
frivolidades artísticas.
Victor Saville puede y debe ser
tenido en cuenta como un muy interesante cineasta por sus películas inglesas. Y
por sus musicales, y por Jessie Matthews. Ignoro si “Evergreen” es localizable.
Me permito la recomendación de buscarla. Sorprenderán la película, la estrella
y la fastuosa realización en un matizado blanco y negro. Si. Hubo un musical
inglés. Y Victor Saville y Jessie Matthews plantaron en él en él su indeleble
huella.
Luis Betrán
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