“Me parto de risa ante su ira y su llanto al
constatar que ese director al que desprecian ha conseguido triunfar en un
festival que mima las modas efímeras, a esos creadores vanguardistas, coñazos y
vacíos en los que ellos militan y a los que ni siquiera el público puede
maldecir porque sus películas son inestrenables, ya que los distribuidores y
los exhibidores, aunque se lo monten de experimentalistas y de modernos, saben
que lo suyo ante todo es un negocio y que no son gilipollas, que los
espectadores sensatos no darían crédito ante la vacuidad intelectual que
intentan promocionar los patéticos farsantes y sectarios de los medios, esos
mentirosos con audiencia limitada a sus seres queridos y algún cinéfilo
adolescente y perdido” (Carlos Boyero). Por una vez estoy de acuerdo, insultos
al margen, con el que sigo considerando el peor crítico cinematográfico
español, y al que pagan muy bien en el diario venezolano y fascista “El País”,
cuya desaparición ansío fervientemente.
Sobre Ken
Loach
Resulta que éste venerable caballero ha ganado
por segunda vez la Palma de Oro del Festival de Cannes con su film “I, Daniel
Blake” – la primera fue con su obra maestra “El viento que agita la cebada”-,
un premio de muy superior importancia a cualquier Oscar yankuzo. Ken Loach ha
realizado películas muy buenas, buenas, regulares y malas (estas últimas
siempre con guiones de Paul Laverty, compañero sentimental de la temible Itziar
Bollaín). La galardonada en Cannes también cuenta con guion del susodicho
Laverty y parece que trata de desahucios y problemas de la clase obrera. Leo,
en algún lugar que no deseo citar, que esos son problemas de los años 80. Como
dicen los jóvenes, flipo. Resulta que en la actualidad, y en España, no hay desahucios
y la clase obrera debe vivir infinitamente mejor que en los años 80. Resulta
también que Ken Loach es de izquierdas y siempre ha sido fiel, con mayor o
menor acierto, a un cine sociopolítico que en la no citada publicación digital
escriben que solo sirve para dormir.
¡Por el amor de dios¡ como tanto dicen los estadounidenses.
Yo no me duermo con el cine sociopolítico, lo hago con las películas del argentino
Lisandro Alonso o del catalán Albert Serra y, ¡anatema! con la mayoría de las
de Jean-Luc Godard, el cineasta más sobrevalorado de la historia….después de Alfred
Hitchcock. Y es que hay que joderse, pero la inmensa mayoría de las películas
están infectadas del virus político, y hasta pueden ser abiertamente fascistas
como, dos ejemplos, “El francotirador” del muy conservador Clint Eastwood o
aquella, “Whiplash”, que elogiaba lo que pregonaban los maestros franquistas:
“la letra con sangre entra”. Ambas,
sobre todo la de Eastwood, fascinaron a las dos revistas cinematográficas
españolas, Caimán y Dirigido, continuadoras del reaccionarismo ideológico de la
fenecida Film Ideal. Versiones españolas y casposas de la francesa “Cahiers du
Cinéma”, la revue des revues que dirían los gabachos. Bueno, todavía existe
“Positif” aunque ya no es lo que fue, le enemiga acérrima de “Cahiers”…..porque
se ubicaba “á gauche”.
Yo he leído pocos ejemplares de Cáhiers du Cinéma
porque, otra vez, me aburrían y no me interesaban nada. Bastantes de Positif,
porque me gustaban y sí que me interesaban. “Cahiers du Cinéma” fue un invento
de la IV República del general De Gaulle amparándose en el pasado comunista de
su ministro de Cultura, André Malraux, autor del novelón “La condición humana”,
que le valió el Premio Nobel, y de la gran película republicana “L’espoir”
(Sierra de Teruel). La dirección fue encomendada al muy notable André Bazin,
excelente teórico y crítico, pero…horror de horrores llegaron a la redacción
los llamados “jóvenes turcos” (no sé por qué, eran franceses) Truffaut, Godard,
Chabrol, Rivette, Rohmer, y otros a los que se nombra menos (Moullet,
Doniol-Valcroze, Douchet, Pollet, Rozier, Kast). Ellos querían ser directores,
y lo lograron, pero en tanto que críticos ejecutaron un canon que a día de hoy
sigue siendo inviolable, exceptuando algunos cinéfilos que además de
cahieristas son inteligentes. Godard o Rivette, da igual, escribieron aquella
tontería de que “un travelling es una cuestión de moral”, el sapientísimo
Godard se cargó al cine inglés….que en su mayoría no había visto. Aquejados de
un infantil freudianismo, inventaron la expresión “le cinéma de papá”, con el fin
de vejar sin contemplaciones a las películas y a los cineastas que les habían
gustado a sus padres. Incluso a los actores o actrices, caso de Jean Gabin o
Danielle Darrieux, que jamás intervendrían en films de la “nouvelle vague”, que
a lo mejor fue “vague” pero escasamente “nouvelle”.
“Cahiers du Cinéma” publicó un número especial
dedicado al cine americano de Hollywood. Y, desde muy lejana fecha, los
seguidores de la “revue” y sus clónicas españolas se entusiasmaron no ya con el
cine, sino con todo aquello que sonara a usaco. Comics de la Marvel,
videojuegos, films de superhéroes – que no venían a salvar al mundo sino tan
solo a los Estados Unidos – Halloween, el día de Acción de Gracias – uy perdón,
éste no pero no tardará con pavo y todo – y la supercultura del superpaís de la
asociación del rifle, de las matanzas estudiantiles, del racismo, del genocidio travestido de épica en el
western clásico, de ,las intervenciones militares en donde nadie les había
llamado y en las que siempre hicieron el ridículo: Corea, Vietnam, Afganistán,
Irak….más, como escribían en Film Ideal, John Wayne era el mejor actor del
mundo y ahora debe serlo Leonardo Di Caprio aunque su nombre y apellido no
suenen a Ohio ni a Utah ni a Texas.
El ubicuo Jordi Costa, un profesional correcto y
no tan monocorde y tedioso como un Miguel Marías, escribió en “El País” que
“todos somos hijos de Cahiers du Cinéma”. Totalitarismo inherente a una revista
totalitaria en la que no cabe el beneficio de la duda. Siempre hay garbanzos
negros. Yo no soy hijo de “Cahiers du cinema”, ni siquiera pariente lejano. Y
me ha gustado, y me gusta, mucho más el cine europeo que el de Hollywood, y la
fuerza no me acompañará jamás. Y admiro a Michael Haneke y detesto a Christopher
Nolan. No soy el único aunque se da la casualidad nada casual que los que
piensan como yo son de izquierdas como yo, y seguros votantes de Unidos
Podemos. Salud y República.
Luis
Betrán
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