jueves, 26 de mayo de 2016

EL CINE DE LA DERECHA



“Me parto de risa ante su ira y su llanto al constatar que ese director al que desprecian ha conseguido triunfar en un festival que mima las modas efímeras, a esos creadores vanguardistas, coñazos y vacíos en los que ellos militan y a los que ni siquiera el público puede maldecir porque sus películas son inestrenables, ya que los distribuidores y los exhibidores, aunque se lo monten de experimentalistas y de modernos, saben que lo suyo ante todo es un negocio y que no son gilipollas, que los espectadores sensatos no darían crédito ante la vacuidad intelectual que intentan promocionar los patéticos farsantes y sectarios de los medios, esos mentirosos con audiencia limitada a sus seres queridos y algún cinéfilo adolescente y perdido” (Carlos Boyero). Por una vez estoy de acuerdo, insultos al margen, con el que sigo considerando el peor crítico cinematográfico español, y al que pagan muy bien en el diario venezolano y fascista “El País”, cuya desaparición ansío fervientemente.

Sobre Ken Loach


Resulta que éste venerable caballero ha ganado por segunda vez la Palma de Oro del Festival de Cannes con su film “I, Daniel Blake” – la primera fue con su obra maestra “El viento que agita la cebada”-, un premio de muy superior importancia a cualquier Oscar yankuzo. Ken Loach ha realizado películas muy buenas, buenas, regulares y malas (estas últimas siempre con guiones de Paul Laverty, compañero sentimental de la temible Itziar Bollaín). La galardonada en Cannes también cuenta con guion del susodicho Laverty y parece que trata de desahucios y problemas de la clase obrera. Leo, en algún lugar que no deseo citar, que esos son problemas de los años 80. Como dicen los jóvenes, flipo. Resulta que en la actualidad, y en España, no hay desahucios y la clase obrera debe vivir infinitamente mejor que en los años 80. Resulta también que Ken Loach es de izquierdas y siempre ha sido fiel, con mayor o menor acierto, a un cine sociopolítico que en la no citada publicación digital escriben que solo sirve para dormir.


¡Por el amor de dios¡ como tanto dicen los estadounidenses. Yo no me duermo con el cine sociopolítico, lo hago con las películas del argentino Lisandro Alonso o del catalán Albert Serra y, ¡anatema! con la mayoría de las de Jean-Luc Godard, el cineasta más sobrevalorado de la historia….después de Alfred Hitchcock. Y es que hay que joderse, pero la inmensa mayoría de las películas están infectadas del virus político, y hasta pueden ser abiertamente fascistas como, dos ejemplos, “El francotirador” del muy conservador Clint Eastwood o aquella, “Whiplash”, que elogiaba lo que pregonaban los maestros franquistas: “la letra con sangre entra”.  Ambas, sobre todo la de Eastwood, fascinaron a las dos revistas cinematográficas españolas, Caimán y Dirigido, continuadoras del reaccionarismo ideológico de la fenecida Film Ideal. Versiones españolas y casposas de la francesa “Cahiers du Cinéma”, la revue des revues que dirían los gabachos. Bueno, todavía existe “Positif” aunque ya no es lo que fue, le enemiga acérrima de “Cahiers”…..porque se ubicaba “á gauche”.


Yo he leído pocos ejemplares de Cáhiers du Cinéma porque, otra vez, me aburrían y no me interesaban nada. Bastantes de Positif, porque me gustaban y sí que me interesaban. “Cahiers du Cinéma” fue un invento de la IV República del general De Gaulle amparándose en el pasado comunista de su ministro de Cultura, André Malraux, autor del novelón “La condición humana”, que le valió el Premio Nobel, y de la gran película republicana “L’espoir” (Sierra de Teruel). La dirección fue encomendada al muy notable André Bazin, excelente teórico y crítico, pero…horror de horrores llegaron a la redacción los llamados “jóvenes turcos” (no sé por qué, eran franceses) Truffaut, Godard, Chabrol, Rivette, Rohmer, y otros a los que se nombra menos (Moullet, Doniol-Valcroze, Douchet, Pollet, Rozier, Kast). Ellos querían ser directores, y lo lograron, pero en tanto que críticos ejecutaron un canon que a día de hoy sigue siendo inviolable, exceptuando algunos cinéfilos que además de cahieristas son inteligentes. Godard o Rivette, da igual, escribieron aquella tontería de que “un travelling es una cuestión de moral”, el sapientísimo Godard se cargó al cine inglés….que en su mayoría no había visto. Aquejados de un infantil freudianismo, inventaron la expresión “le cinéma de papá”, con el fin de vejar sin contemplaciones a las películas y a los cineastas que les habían gustado a sus padres. Incluso a los actores o actrices, caso de Jean Gabin o Danielle Darrieux, que jamás intervendrían en films de la “nouvelle vague”, que a lo mejor fue “vague” pero escasamente “nouvelle”.


“Cahiers du Cinéma” publicó un número especial dedicado al cine americano de Hollywood. Y, desde muy lejana fecha, los seguidores de la “revue” y sus clónicas españolas se entusiasmaron no ya con el cine, sino con todo aquello que sonara a usaco. Comics de la Marvel, videojuegos, films de superhéroes – que no venían a salvar al mundo sino tan solo a los Estados Unidos – Halloween, el día de Acción de Gracias – uy perdón, éste no pero no tardará con pavo y todo – y la supercultura del superpaís de la asociación del rifle, de las matanzas estudiantiles, del racismo,  del genocidio travestido de épica en el western clásico, de ,las intervenciones militares en donde nadie les había llamado y en las que siempre hicieron el ridículo: Corea, Vietnam, Afganistán, Irak….más, como escribían en Film Ideal, John Wayne era el mejor actor del mundo y ahora debe serlo Leonardo Di Caprio aunque su nombre y apellido no suenen a Ohio ni a Utah ni a Texas.


El ubicuo Jordi Costa, un profesional correcto y no tan monocorde y tedioso como un Miguel Marías, escribió en “El País” que “todos somos hijos de Cahiers du Cinéma”. Totalitarismo inherente a una revista totalitaria en la que no cabe el beneficio de la duda. Siempre hay garbanzos negros. Yo no soy hijo de “Cahiers du cinema”, ni siquiera pariente lejano. Y me ha gustado, y me gusta, mucho más el cine europeo que el de Hollywood, y la fuerza no me acompañará jamás. Y admiro a Michael Haneke y detesto a Christopher Nolan. No soy el único aunque se da la casualidad nada casual que los que piensan como yo son de izquierdas como yo, y seguros votantes de Unidos Podemos. Salud y República.

Luis Betrán

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