Billy Wilder, el hombre que nunca
trabajó con Cary Grant
Cuando me
siento muy desgraciado, hago una comedia.
Y cuando
estoy de muy buen humor, hago una película seria. (Billy Wilder)
Ahora que se
cumplen los cien años del nacimiento de Billy Wilder, exactamente en junio, se
me hace muy difícil escribir sobre él. Ya saben, “nadie es perfecto”. En vida
se dijeron muchas cosas sobre su figura, su cine y todo lo que significa. Pero
además, su fallecimiento no fue hace tanto. Nos dejó el 27 de marzo de 2002.
Este hecho dio lugar a numerosos ríos de tinta en prensa y revistas
especializadas. Y nuevamente salió a relucir uno de los tópicos constantes
sobre su obra: Wilder, maestro de la comedia. Como si el peso de la que
probablemente es su película más popular, “Con faldas y a lo loco”, hiciera
olvidar a todas las demás. Una verdad a medias, pues Wilder fue más allá
constantemente. Confío en que las siguientes líneas arrojen un poco de luz y permitan
acercarse al mundo “wilderiano” con renovado interés.
Samuel
Wilder nace el 22 de junio de 1906 en la ciudad de Sucha, ahora situada en
Polonia pero entonces perteneciente a Austria. Su madre, que siente una gran
atracción por los Estados Unidos, lo llama Billie. Muy joven, con 18 años y
tras superar el bachillerato, empieza a trabajar como periodista en Viena,
ciudad a la que la familia se traslada durante la I Guerra Mundial. Sin ninguna
experiencia, se ofrece a un periódico porque es un buen observador. Realiza
entrevistas, crónicas deportivas y de sucesos. En 1926 se encuentra en Berlín,
adonde llega siguiendo la gira de una orquesta de jazz. Allí se ocupa como
reportero especializado en historias de crímenes y escándalos. También llega a
ser gigoló, de cara a escribir una serie de artículos que le reportan un buen
nombre en el periodismo berlinés. Su lenguaje es directo, breve y conciso. Un
importante bagaje vital que sin duda le influye en su visión de la vida. Precisamente,
es en el vivaz Berlín de los años veinte donde tiene su primer contacto
importante con el cine. Allí, Robert Siodmak, Edgar G. Ulmer y Fred Zinnemann
preparan Gente en domingo (Menschen am Sonntag, 1930), cuyo guión escribe
Wilder según una idea de Kurt Siodmak. La película, debido a la carencia de
presupuesto, se lleva a cabo según un concepto muy moderno: se filma en
escenarios naturales y con actores aficionados. Se capta la alegría de vivir en
todo su esplendor. Una ciudad bulliciosa y llena de energía. Como el propio Billy
Wilder, cuyo brío le acompaña hasta sus últimos días. Pero todo eso va acabar
pronto. En 1933 Hitler accede al poder y ya nada vuelve a ser lo mismo. Muchas
personas huyen. Otras no tienen tanta suerte. Es el caso de la madre de Wilder,
quien fallece en el campo de concentración de Auschwitz junto con su padrastro,
al que no conocerá, y su abuela. No es un tema que al director le agrade
recordar. En las entrevistas apenas se refiere a ello. Sin embargo, esta mezcla
de júbilo y amargura está presente en toda su obra posterior. La prueba de que
todos estos acontecimientos le marcan.
En el mismo
1933 abandona Berlín camino de París. En una huida de película, oculta el
dinero que reúne en el forro del traje que lleva y toma el tren nocturno. Deja
un saldo de algo más de una decena de películas como guionista, además de
trabajos no acreditados. De éstas, se estrenan en España unas nueve. Hoy, pese
a la existencia del dvd y de internet, es muy difícil verlas. En cualquier caso
suponen su fogueo como escritor y un aprendizaje crucial. En estos años ya
trabaja en equipo con otros guionistas del cine alemán como Kurt Siodmak,
Walter Reisch, Paul Frank o Max Kolpé. Así, no es algo que hace exclusivamente
en Hollywood, debido a sus problemas con el idioma inglés, como tantas veces se
ha dicho. Prácticamente desde sus inicios colabora con otros escritores. Y
también aprende las primeras reglas de la escritura cinematográfica: no es lo
mismo escribir para el cine mudo que para el sonoro; requieren tiempos
distintos, especialmente si se trata de hacer reír pues hay que dejar respirar
al espectador entre un chiste y el siguiente, ya que de lo contrario pueden
pisarse y ya no se enteran del segundo. En París, la ciudad de las luces,
coincide con otros exiliados y rueda la que es su primera película como
director: Curvas peligrosas (Mauvaise graine, 1934), codirigida por Alexandre
Esway. Filme poco conocido y que Wilder despacha sin darle demasiada
importancia, no la tiene.
En 1934 y
gracias al director alemán Joe May, se traslada a los Estados Unidos. Vuelta a
empezar. Sus primeros años no son precisamente un camino de rosas. May le
consigue un contrato de seis meses en la Columbia pero el guión en el que
trabaja no se hace. Se termina su contrato y expira su permiso de turista. De
este modo, pasa a México para solicitar un visado de inmigración. Situación
absurda y desesperante que posteriormente refleja en un guión, Si no amaneciera
(Hold Back the Dawn, Mitchell Leisen, 1941).Tras un pequeño periplo no
demasiado exitoso por la 20th Century Fox y una breve estancia en un pequeño
estudio que dirige Merian C. Cooper, Wilder recala en Paramount y su suerte
cambia. En 1936 le presentan a Ernst Lubitsch y a Charles Brackett. El motivo
tiene un nombre: La octava mujer de Barba Azul (Bluebeard’s Eighth Wife, 1938).
Wilder y Brackett escriben el guión, Lubitsch dirige. La película no es un
éxito en su momento sino todo lo contrario. Sin embargo, permite a Wilder
conocer el modo de trabajar de Lubitsch, sus ideas y su genialidad. Desde
entonces siempre tiene presente “¿Cómo lo haría Lubitsch?”. Éste participa en
el proceso de escritura del guión, puliendo lo que los otros dos escriben, pero
nunca aparece en los créditos. Por otra parte, inicia una relación con Brackett
que se prolonga a lo largo de catorce películas entre 1938 y 1950. Un
matrimonio profesional extraño: Brackett es un hombre conservador que vota a
los republicanos, mientras Wilder manifiesta actitudes liberales contrarias al
“buen gusto”, que da frutos enormemente ricos.
El tándem
vuelve a trabajar para Lubitsch en Ninotchka (1939). Wilder aprovecha para ver
en directo el modo de operar de su admirado maestro pero la protagonista de la
obra, Greta Garbo, no quiere. De este modo, cuando puede se esconde entre
bambalinas y espía el rodaje. Poco después le llega una nueva oportunidad de
estar en un set. La película se llama Bola de fuego (Ball of Fire, 1941),
dirige Howard Hawks y protagonizan Gary Cooper y Barbara Stanwyck. Hay un
tercer director crucial en estos primeros años de Wilder en Hollywood: Mitchell
Leisen. Para éste escribe tres guiones y el último de ellos es definitivo para
que decida probar fortuna en la dirección. Estos filmes son Medianoche
(Midnight, 1939), Adelante, mi amor (Arise, My Love, 1940) y Si no amaneciera.
Medianoche es un ejemplo perfecto del mundo “wilderiano” y, sin lugar a dudas,
una de las mejores comedias jamás realizadas en Hollywood. Nos cuenta la
historia de Eve Peabody (Claudette Colbert), una corista que llega a París
desde Montecarlo, donde ha perdido todo en el juego. Conoce a Tibor Czerny (Don
Ameche), un vivaracho taxista que aunque le atrae no es a lo que ella aspira
social y económicamente. Poco después logra introducirse en un círculo de la
alta sociedad, gracias a la complicidad de Georges Flammarion (John Barrymore).
A partir de aquí los enredos están servidos. Eve ama el dinero por encima de
todo, pero no cuenta con enamorarse. Georges introduce a Eve en su círculo
porque así podrá quitar de en medio al amante de su mujer. El disfraz, físico o
psicológico, tan grato en el cine de Wilder, aparece en todo su esplendor. Los
nombres de los personajes, sonoros y divertidos. Los diálogos, brillantes,
rápidos, Perdición, una obra maestra del cine negro. Y por supuesto, el amor.
Para el director y guionista, uno de los mejores temas sobre los que escribir.
Eve Peabody se redime de su arribismo gracias al amor, como les ocurre a
posteriores personajes de su filmografía.La última de las películas, Si no
amaneciera, colma la paciencia de Wilder. En una de las escenas que escribe, el
protagonista habla con una cucaracha por la desesperación que lleva ante la
imposibilidad de conseguir su visado de inmigración. Leisen la elimina porque
Charles Boyer se niega a interpretarla. La considera ridícula. El director no
intenta convencerle y directamente la suprime. Wilder se indigna y como
venganza escribe más diálogos para las actrices (Olivia de Havilland y Paulette
Godard), dejándole a Boyer sólo lo básico. El poder de un guionista.
Poco
después, logra debutar como director. El productor de Paramount Arthur Hornblow
la da una oportunidad. En aquel tiempo no está en vigor la ley anti-trust y
todos los grandes estudios tienen sus propias salas de exhibición, con lo que
todas las películas producidas se estrenan aunque sean malas. No se corre
riesgo permitiendo que Wilder dirija. Éste piensa que todos creen que a va
hacer algo artístico y petulante, y que esperan que se estrelle. Sin embargo
realiza la comedia El mayor y la menor (The Major and the Minor, 1942), con la
estrella Ginger Rogers y Ray Milland. Nuevamente el tema del disfraz. Susan
Applegate (Rogers) se disfraza de niña de 12 años porque no puede pagar un
billete de tren de adultos. En el compartimiento coincide con el Mayor Philip
Kirby (Milland). Ella se enamora y él se siente atraído por la niña pero ambos
han de disimular. El debut de Wilder en la dirección se salda con un gran
éxito, manejando con gran habilidad los resortes cómicos y una situación que
hoy sería como mínimo delicada, al fin y al cabo el Mayor Kirby no sabe que
Susan es una adulta disfrazada. El mundo de Wilder no es nada inocente, como la
vida misma.
Luis Betrán
De Abel Gance recuerdo poco,si del remake de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis,cuyo comienzo en Argentina de Julio,el protagonista, recuerda mas a un film de Ricardo Montalban y Esther Wiliams creo que su titulo era Fiesta Brava y resulta ridiculo en lo que se supone debia ser un film serio.Con respecto a Billy Wilder,varias de ellas dignas de recordar,El Apartamento,Un Dos Tres,Con Faldas y a lo Loco y hasta Avanti resulta simpatica y graciosa.Gracias por tan acertada y selecta informacion.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Mhuel Laico. En efecto, la secuencia argentina de "Los cuatro jinetes del Apocalipsis", de Vincente Minnelli, es absolutamente ridícula e impropia de tan gran director. Bily Wilder fue un grande indiscutible del cine, además de las películas que citas yo añadiría los extraordinarios y sórdidos dramas "Perdición" y "El crepúsculo de los dioses". Un cordial saludo.
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