viernes, 8 de marzo de 2019

ZOLTAN FABRI

Breve historia del cine húngaro.
Me voy a referir simplemente a cineastas de los que he visto alguna película. En Hungría sucede, como en Polonia, que los máximos artistas de su historia han sido músicos. De Franz Liszt a Bela Bartok o Leos Janacek. También grandes escritores, el último, y recientemente fallecido, el premio Nobel Imre Kertesz. En cine destaca la figura del gran teórico Bela Balasz, y pasan años hasta que surge Felix Mariassy y su gran película “Budapest en llamas” (1958). Luego ya la gran figura de Zoltan Fabri, considerado por muchos el mayor cineasta húngaro de todos los tiempos. Dejo la palabra a su gran exégeta, el fallecido crítico – excelente- Ángel Fernández Santos, que escribió primero en la gran revista Nuestro Cine y luego en “El País”.

“No sé si ha estrenado comercialmente en España algún filme del húngaro Zoltan Fabri, salvo la excepcional “Húngaros”. Mi impresión es que no y, si la memoria me falla, de lo que no cabe duda es que, de estrenarse, cayó sobre un público desinformado acerca de la vigorosa personalidad de este hombre de cine. Hace unas semanas la Televisión emitió uno de sus últimos filmes, El quinto sello, que obtuvo escaso eco. Siendo esta, quizá, su mejor obra, y en ella había algunas de las constantes, casi machaconas, de este grave, profundo, casi desconocido para nosotros, cineasta europeo, y la palabra europeo, en el caso de Zoltan Fabri , no es un adjetivo, sino un sustantivo.

En la personalidad de Zoltan Fabri, como en la de Carl Dreyer, Jean-Marie Straub, Luis Buñuel o Ingmar Bergman, la circunstancia de origen es parte sustancial de su condición de artista y de intelectual. Porque, y ahí posiblemente hay que buscar la sustantividad de lo europeo en él, Zoltan Fabri es miembro del raro ramillete de cineastas, en los que el intelectual y el artista coinciden sin esfuerzo, son las dos caras de una misma moneda. Fabri nació en Budapest en 1917, fue actor, después escenógrafo y, a partir de 1952, director cinematográfico. Su etapa de plenitud comenzó precisamente en 1956, año de la rebelión del pueblo húngaro contra el estalinismo, con El profesor Aníbal, filme que hunde sus raíces en las propias raíces de aquellos terribles y febriles acontecimientos. La obra de Fabri quedó fijada por esta encrucijada histórica y de ahí provienen tanto sus limitaciones como sus alcances. El desgarro de la sociedad húngara, la escisión civil reflejada en conflictos de tipo existencial, es la materia de la práctica totalidad de la obra de Fabri, cuya cumbre es la excelente 20 horas (1964), en el que hay un acoplamiento notable entre el reportaje sobre sucesos sociales y políticos y el reflejo de estos en la interioridad de una conciencia. 

El cine de Fabri se alimenta por igual de la pasión documental y de la introspección en las zonas oscuras del individuo, por lo que puede considerársele como uno de los pocos cineastas afincados en el punto de encuentro entre el marxismo y el existencialismo. No obstante, el peso de las cuestiones anímicas aumentó progresivamente en la obra posterior de Fabri, que fue interiorizando cada vez más sus complejas excursiones en la psicología individual y poco a poco desprendiéndose de la primacía de las cuestiones sociales y políticas, que quedan en sus últimos filmes más como telón de fondo que como asunto argumental. Fabri hizo películas primorosas (las más) junto a otras de segunda fila (las menos)”. Angel Fernández Santos (El País, 2008).

Poco tengo que añadir porque estoy sustancialmente de acuerdo. Si acaso que, para mí, la cumbre de Fabri es, además de la mentada “Veinte horas”, “El bruto”, “Húngaros”, “El quinto sello”, “El partido de la muerte" (salvajemente remakeada por un absurdo John Huston en "Evasión o victoria") y “El profesor Aníbal”. Todos estos films rozan o son obras maestras. Fabri es un técnico de primer orden, y su cine es una pequeña historia de la Hungría de los 50, 60 y 70. Fue varias vece galardonado en Festivales e incluso nominado en dos ocasiones al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. 
 Zoltan Fabri encabezó una generación de notables directores como Miklos Jancsó, Ferenc Kosa, Karoly Makk, Marta Mészaros, Andreas Kovacsi István Szabo , el único que emigraría a Hollywood on discutibles resultados. Fue la época de oro del cine húngaro y, para mí, tan solo Miklós Jancsó en “Rojos y blancos”, “Los sin esperanza” o “Salmo rojo”, se acercó en calidad a Fabri. Luego, un largo paréntesis hasta la aparición de Bela Tarr que, éste sí, puede arrebatarla a Fabri su puesto de nº1. Películas como “Armonías de Weickmester”, “La condena”, "Nido familiar", “Almanaque de otoño” y, sobre todo, “Satantangó” y “El caballo de Turín” (2011, después abandonaría el cine creo que para siempre, son obras maestras durísimas y estremecedoras. Finalmente ha llegado Laszlo Nemes y la monstruosa y genial “El hijo de Saúl”, en mi opinión, la mejor película que vi en 2016.  Luis Betrán

No hay comentarios:

Publicar un comentario