Breve historia del cine húngaro.
Me
voy a referir simplemente a cineastas de los que he visto alguna
película. En Hungría sucede, como en Polonia, que los máximos artistas
de su historia han sido músicos. De Franz Liszt a Bela Bartok o Leos
Janacek. También grandes escritores, el último, y recientemente
fallecido, el premio Nobel Imre Kertesz. En cine destaca la figura del
gran teórico Bela Balasz, y pasan años hasta que surge Felix Mariassy y
su gran película “Budapest en llamas” (1958). Luego ya la gran figura
de Zoltan Fabri, considerado por muchos el mayor cineasta húngaro de
todos los tiempos. Dejo la palabra a su gran exégeta, el fallecido
crítico – excelente- Ángel Fernández Santos, que escribió primero en la
gran revista Nuestro Cine y luego en “El País”.
“No sé si ha
estrenado comercialmente en España algún filme del húngaro Zoltan Fabri,
salvo la excepcional “Húngaros”. Mi impresión es que no y, si la
memoria me falla, de lo que no cabe duda es que, de estrenarse, cayó
sobre un público desinformado acerca de la vigorosa personalidad de este
hombre de cine. Hace unas semanas la Televisión emitió uno de sus
últimos filmes, El quinto sello, que obtuvo escaso eco. Siendo esta,
quizá, su mejor obra, y en ella había algunas de las constantes, casi
machaconas, de este grave, profundo, casi desconocido para nosotros,
cineasta europeo, y la palabra europeo, en el caso de Zoltan Fabri , no
es un adjetivo, sino un sustantivo.
En la personalidad de Zoltan
Fabri, como en la de Carl Dreyer, Jean-Marie Straub, Luis Buñuel o
Ingmar Bergman, la circunstancia de origen es parte sustancial de su
condición de artista y de intelectual. Porque, y ahí posiblemente hay
que buscar la sustantividad de lo europeo en él, Zoltan Fabri es miembro
del raro ramillete de cineastas, en los que el intelectual y el artista
coinciden sin esfuerzo, son las dos caras de una misma moneda. Fabri
nació en Budapest en 1917, fue actor, después escenógrafo y, a partir de
1952, director cinematográfico. Su etapa de plenitud comenzó
precisamente en 1956, año de la rebelión del pueblo húngaro contra el
estalinismo, con El profesor Aníbal, filme que hunde sus raíces en las
propias raíces de aquellos terribles y febriles acontecimientos. La obra
de Fabri quedó fijada por esta encrucijada histórica y de ahí provienen
tanto sus limitaciones como sus alcances. El desgarro de la sociedad
húngara, la escisión civil reflejada en conflictos de tipo existencial,
es la materia de la práctica totalidad de la obra de Fabri, cuya cumbre
es la excelente 20 horas (1964), en el que hay un acoplamiento notable
entre el reportaje sobre sucesos sociales y políticos y el reflejo de
estos en la interioridad de una conciencia.
El cine de Fabri se
alimenta por igual de la pasión documental y de la introspección en las
zonas oscuras del individuo, por lo que puede considerársele como uno de
los pocos cineastas afincados en el punto de encuentro entre el
marxismo y el existencialismo. No obstante, el peso de las cuestiones
anímicas aumentó progresivamente en la obra posterior de Fabri, que fue
interiorizando cada vez más sus complejas excursiones en la psicología
individual y poco a poco desprendiéndose de la primacía de las
cuestiones sociales y políticas, que quedan en sus últimos filmes más
como telón de fondo que como asunto argumental. Fabri hizo películas
primorosas (las más) junto a otras de segunda fila (las menos)”. Angel Fernández Santos (El País, 2008).
Poco
tengo que añadir porque estoy sustancialmente de acuerdo. Si acaso que,
para mí, la cumbre de Fabri es, además de la mentada “Veinte horas”, “El bruto”, “Húngaros”, “El quinto sello”,
“El partido de la muerte" (salvajemente remakeada por un absurdo John Huston en "Evasión o victoria") y “El profesor Aníbal”. Todos estos films rozan o
son obras maestras. Fabri es un técnico de primer orden, y su cine es
una pequeña historia de la Hungría de los 50, 60 y 70. Fue varias vece
galardonado en Festivales e incluso nominado en dos ocasiones al Oscar a
la mejor película de habla no inglesa. Zoltan Fabri encabezó una
generación de notables directores como Miklos Jancsó, Ferenc Kosa,
Karoly Makk, Marta Mészaros, Andreas Kovacsi István Szabo , el único que
emigraría a Hollywood on discutibles resultados. Fue la época de oro
del cine húngaro y, para mí, tan solo Miklós Jancsó en “Rojos y
blancos”, “Los sin esperanza” o “Salmo rojo”, se acercó en calidad a
Fabri. Luego, un largo paréntesis hasta la aparición de Bela Tarr que,
éste sí, puede arrebatarla a Fabri su puesto de nº1. Películas como
“Armonías de Weickmester”, “La condena”, "Nido familiar", “Almanaque de otoño” y, sobre
todo, “Satantangó” y “El caballo de Turín” (2011, después abandonaría el cine creo que para siempre, son obras maestras durísimas y
estremecedoras. Finalmente ha llegado Laszlo Nemes y la monstruosa y
genial “El hijo de Saúl”, en mi opinión, la mejor película que vi en
2016. Luis Betrán
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