LAS PELÍCULAS DEL
GRAN FINLANDÉS
Luces al atardecer
(2006)
Un estado de ánimo de desolación cósmica se filtra como la luz del sol de otoño a través de las nubes en "Luces al atardecer", la meditación obsesiva del cineasta finlandés Aki Kaurismaki en la espiral descendente de un perdedor solitario en elHelsinki contemporáneo. Koistinen (Janne Hyytiainen), un vigilante nocturno de una compañía de seguridad, patrulla un bloque de tiendas que incluyen una joyería de fantasía madura para el robo.Koistinen, que sueña con dirigir su propia operación de seguridad, lleva una vida de continua humillación. Sus colegas le ridiculizan por no tener una novia. Él recibe miradas sospechosas, hostiles al hacer compras en el supermercado. Cuando busca un préstamo bancario, muestra su diploma de escuela de comercio y el oficial se burla: "¿Eres algún tipo de comediante?" Antes de despedirlo como "basura". Koistinen es visto en un bar una noche por Lindholm (Ilkka Koivula), un gángster delgado y de cabello liso en conexión con mafiosos rusos. Observando a Koistinen siendo rechazado por una mujer en el bar, Lindholm lo reconoce como"un tonto sentimental", con la lealtad de un perro. Es abofeteado, y varias veces golpeado.
"Luces al atardecer" es una película demasiado dura para ser un homenaje sentimental al chico perseguido con integridad en un mundo frío y corrupto. En cierta medida comparte la opinión de Lindholm de que Koistinen es un tonto. Al igual que todas las películas de Kaurismaki, hay lirismo y hay humor, más silenciado aquí que en películas anteriores, pero todavía palpable. La primera película de esta trilogía, "Nubes pasajeras", se centró en el desempleo, y la segunda, "El hombre sin pasado", examinó la falta de vivienda. "Luces al atardecer" es un retrato de la soledad. Un sentido de dolorosa distancia y aislamiento es palpable en cada marco de la película, que retrata a Helsinki como un sombrío paisaje urbano de Edward Hopper. El actor que interpreta a Koistinen se parece al joven Mickey Rourke. Pero bajo su fachada en blanco, su esperanza nunca muere. Su anhelo se expresa en la banda sonora de grabaciones antiguas del gran tenor sueco Jussi Bjoerling cantando arias de Puccini.
Un estado de ánimo de desolación cósmica se filtra como la luz del sol de otoño a través de las nubes en "Luces al atardecer", la meditación obsesiva del cineasta finlandés Aki Kaurismaki en la espiral descendente de un perdedor solitario en elHelsinki contemporáneo. Koistinen (Janne Hyytiainen), un vigilante nocturno de una compañía de seguridad, patrulla un bloque de tiendas que incluyen una joyería de fantasía madura para el robo.Koistinen, que sueña con dirigir su propia operación de seguridad, lleva una vida de continua humillación. Sus colegas le ridiculizan por no tener una novia. Él recibe miradas sospechosas, hostiles al hacer compras en el supermercado. Cuando busca un préstamo bancario, muestra su diploma de escuela de comercio y el oficial se burla: "¿Eres algún tipo de comediante?" Antes de despedirlo como "basura". Koistinen es visto en un bar una noche por Lindholm (Ilkka Koivula), un gángster delgado y de cabello liso en conexión con mafiosos rusos. Observando a Koistinen siendo rechazado por una mujer en el bar, Lindholm lo reconoce como"un tonto sentimental", con la lealtad de un perro. Es abofeteado, y varias veces golpeado.
"Luces al atardecer" es una película demasiado dura para ser un homenaje sentimental al chico perseguido con integridad en un mundo frío y corrupto. En cierta medida comparte la opinión de Lindholm de que Koistinen es un tonto. Al igual que todas las películas de Kaurismaki, hay lirismo y hay humor, más silenciado aquí que en películas anteriores, pero todavía palpable. La primera película de esta trilogía, "Nubes pasajeras", se centró en el desempleo, y la segunda, "El hombre sin pasado", examinó la falta de vivienda. "Luces al atardecer" es un retrato de la soledad. Un sentido de dolorosa distancia y aislamiento es palpable en cada marco de la película, que retrata a Helsinki como un sombrío paisaje urbano de Edward Hopper. El actor que interpreta a Koistinen se parece al joven Mickey Rourke. Pero bajo su fachada en blanco, su esperanza nunca muere. Su anhelo se expresa en la banda sonora de grabaciones antiguas del gran tenor sueco Jussi Bjoerling cantando arias de Puccini.
Esta película minimalista tiene la simplicidad de una
película muda, y el bloqueo de los actores, especialmente en las escenas con
Koistinen y Mirja, hace hincapié en las distancias entre ellos. En una escena
son fotografiados silenciosamente sentados uno al lado del otro, mirando
fijamente frente a ellos. Cuando la lleva a una película de acción y aventura,
se queda mirando impasible a la pantalla mientras él gira la cabeza y la mira
como un abanico tímido y adorador.
La exquisita fotografía de Timo Salminen convierte a Helsinki en un lugar de tristeza sin fin, en el que el sol proyecta sombras serpenteantes en las calles y los almacenes y fábricas alrededor del puerto sugierendo una laberíntica fortaleza de penumbra. Toda la ciudad parece poblada de sádicos sordomudos y fríos, como el oficial de préstamos, que aprovecharán cualquier oportunidad para pisar a los que están por debajo de ellos en la escala social.
La exquisita fotografía de Timo Salminen convierte a Helsinki en un lugar de tristeza sin fin, en el que el sol proyecta sombras serpenteantes en las calles y los almacenes y fábricas alrededor del puerto sugierendo una laberíntica fortaleza de penumbra. Toda la ciudad parece poblada de sádicos sordomudos y fríos, como el oficial de préstamos, que aprovecharán cualquier oportunidad para pisar a los que están por debajo de ellos en la escala social.
El otro lado de la
esperanza (2017)
El finlandés vuelve a ambientes y
temáticas conocidas, como la puesta en marcha de un negocio aparentemente
ruinoso – central en Kauas pilvet karkaavat (Nubes pasajeras, 1996) – o la
acogida de refugiados ya apuntada en Le Havre (2011), para abordarlos desde
nuevas perspectivas. Khaled es un chico sirio que llega a Helsinki huyendo de
la guerra en Alepo, de polizón en un barco. Tras serle denegado el asilo,
decide huir para no ser deportado, y acaba trabajando en el bar recién abierto
de Wikström, personaje kaurismakiano donde los haya, un tipo enorme de cara
triste, con un punto de resistente resignación, mucho humor negro, y aun mayor
corazón.
Vuelven con Kaurismäki algunos de
sus actores fetiche, como Sakari Kuosmanen o Kati Outinen, e importantes
miembros del equipo técnico como Timo Salminen en la fotografía. No hay mucho
nuevo que decir con respecto a las obras previas del cineasta. Siguiendo los
preceptos claros del cine de autor, este genio es capaz de imponer su universo
a cualquier temática sin que nada parezca impostado. Sorprende cómo el cineasta
logra inscribir un tema tan urgente y relevante como el de los refugiados
sirios en una de sus habituales historias de perdedores underground. Kaurismäki
es siempre muy local, y al mismo tiempo universal, de ahí uno de los puntos que
explica la grandeza de su cine. Casi la totalidad de su obra no puede
entenderse sin Helsinki, ciudad que no representa, sino que recrea según sus
gustos estéticos para hablar del carácter finlandés tal como él lo entiende, a
la hora de enfrentarse a los problemas de la vida. En esta visita por la
ciudad, no puede faltar la música de cantautores callejeros, que es diegética y
fundamental en muchas escenas transitorias – el propio Sherwan Haji, actor de
Khaled, ofrece una interpretación en una especie de sitar en una secuencia – o
el recurso a la bebida como refugio de las atormentadas almas de los
protagonistas. No por casualidad, en su breve intervención, el personaje de
Outinen le dice al de Kuosmanen que abrir un bar es una buena idea, pues “la
gente bebe cuando las cosas van mal, y aun más cuando van bien”.
El mirar hacia otro lado ante la
injusticia, buscando no meterse en problemas, es una característica innata al
ser humano y aplicable a cualquier europeo ante el drama citado. Con su actitud
de acoger a Khaled, los pobres desgraciados que gestionan ese bar – ellos,
también, dejados de lado por la sociedad en menor grado – están llevando a cabo
un importante acto de resistencia contra el sistema. Si éste se ha envilecido,
son los ciudadanos los que tienen que dar una solución a la barbarie; parece
ser el mensaje de un Kaurismäki, como de costumbre, furioso, pero con una
actitud vitalista. Con punzante dolor y humor desternillante a partes iguales,
el finlandés realiza un retrato para el recuerdo de este nuestra Europa cautiva
del miedo y el egoísmo, donde viejos fantasmas parecen emerger ante el desafío
de la acogida.
Luis Betrán
Luis, me encantó el dossier especial Kaurismaki, muy pertinentes las reseñas, imprimí y leí todas las anteriores, me falta leer está, qué genial el este cineasta, saludos!!!!
ResponderEliminarGracias Leandro por el comentario. Han pasado 6 años desde "Le Havre" a "El otro lado de la esperanza". Kaurismaki tiene problemas de financiación y ya veremos si llega a filmar otra película. Para mi, también se trata de uno de los cineastas fundamentales de nuestro tiempo, pero la crítica española, más o menos pagada, solo tiene ojos para Hollywood y su, casi siempre, estúpido cine alienante. Cordiales saludos.
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