Las obras maestras.- a
Madre e hijo. - 1996
Antes de “Madre e hijo”, Sokurov,
con casi 20 años de carrera por aquel entonces, era para la mayoría del público
cinéfilo, una especie de proyecto de cineasta, un discípulo aventajado de
Tarkovski con algunas películas notables y un trabajo constante en el campo de
sus “Elegías” o “Sonatas”. Así las cosas, la aparición de “Madre e hijo” supuso
una suerte de revelación que, de repente, trajo noticias de un cine de la
exploración de las formas, de un trabajo sobre la imagen-idea, de una posible espeleología
del alma. Sokurov devino, de esta manera, un cineasta incuestionable. El
proyecto no era menudo ni modesto y venía acompañado de importantes preguntas
cinematográficas. ¿Qué formas son necesarias para dar cuenta del tránsito a la
muerte? ¿De qué manera se puede filmar el espíritu?. ¿Cómo aspirar a la
totalidad de la imagen? Toda esta metafísica hubiera caído en saco roto de no
venir acompañada de un sistemático trabajo sobre la forma de explorar tales
cuestiones. Esto es, un tratamiento especial sobre el aplanamiento y torsión
del espacio, la dialéctica entre tránsito y suspensión temporal y, por último,
la relación entre cuerpos y la de estos con el espacio.
“Madre e hijo” es la primera
entrega de una tripartición que deviene en trinidad. Al movimiento dinámico de
la tripartición, con ese correlato del tránsito hacia la muerte, se le
sobrepone la expresión de un sentimiento de eternidad inmóvil. De ahí surge un
proceso de exploración del absoluto, del misterio, una auscultación poética de
la frontera que separa lo visible de lo invisible, justamente ese espacio de
comunicación que en las iglesias ortodoxas determina el iconostasio. Sokurov
parece encontrar en este film, a partir de un intenso trabajo pictorialista, la
relación entre la iconología, la pintura de El Greco y la de Casper David
Friedrich. La invocación de El Greco, pintor de Creta que se había iniciado en
la pintura de iconos, ingresa en esta obra asombrosa el desgarro, la distorsión
de la imagen, el dolor. Finalmente, la evidencia de la fractura, la conciencia
de la soledad del hombre desamparado, revierte en la expresión romántica de
Casper David Friedrich, de quien se busca literalmente el punto de vista y los
encuadres del hombre solo ante la inmensidad de una naturaleza indiferente que
sigue su curso.
El papel de la banda sonora es
esencial, pura evocación de una presencia de una presencia inmensa e invisible,
que dota de una tercera dimensión mistérica a la imagen bidimensional,
despojada de la de la engañosa perspectiva renacentista. En el intervalo
resultante, queda la relación entre dos cuerpos; uno masivo y saludable, el del
hijo, otro frágil y agonizante, el de la madre. Ambos sustanciados en esta
figura recurrente de la Pietá invertida, la madre en brazos del hijo. El film se
cierra con la reunión de un cuerpo vivo y otro muerto, apenas una mano y un
largo espacio en negro absolutamente decisivo Antes se oyen las últimas
palabras del hijo y la madre; “nos reuniremos ahí, de acuerdo? Donde acordamos.
Espérame. Ten paciencia querida mía, ten paciencia”. Al invierno sucederá la
primavera, esa que la madre, temerosa de la muerte no quiere que llegue. Así se
abre el alma a la contemplación, de manera que la película se vive finalmente
como una transfiguración absoluta del mundo sensible – de sus cuerpos, del
paisaje, de la relación entre ambos, en el marco de la estructura espiritual
del sueño. Y allí sitúa Sokurov “Madre e hijo”. Más allá de la obra maestra. A
ver, si se desea, más de una vez. Su duración es breve. “Madre e hijo”, una
experiencia visual y poética absolutamente única en la Historia del cine. Solo
al alcance de un genio como Sokurov.
Elegía de un viaje o Elegía del viajero. - (2001)
Esta hermosísima y corta película
es un antecedente claro de "El arca rusa" y, opino, que no cede en
calidad respecto al suntuoso plano secuencia del Hermitage. "Elegía de un
viaje" evoca a un hombre solo que emprende un viaje, incitado por una
fuerza incontrolada. Atraviesa vastos espacios nevados, pasa fronteras,
sobrevuela un mar y llega a un país extranjero. Escribe la crónica detallada de
lo que ve, de los encuentros en su recorrido. Llevado por el flujo del tráfico
de una región muy industrializada, llega a las puertas de un palacio que parece
abandonado. Penetrando en un museo que parece fantasmagórico, iluminado por la
luna, el viajero descubre por fin la meta de su viaje: el cuadro de Peter
Saenredam "Plaza Santa María", pintado en su presencia......en el
siglo XVII. Film de una belleza visual sobrecogedora, perfectamente complementado
por el magnífico texto del propio Sokurov. ¿Qué decir que no sea redundante?
Estamos ante una obra maestra otra vez y que se puede contemplar cuantas veces
nos apetezca. Cuando deseemos paz, sosiego, vida espiritual, poesía...... Restan más Elegías maravillosas - sobre todo
la "Elegía campesina" y la "Elegía de Rusia"
Sonata para viola (1981)
En una de las secuencias más
conmovedoras de “Sonata para viola”, Sokurov narra el último encuentro entre la
poetisa Anna Akhmatova, seudónimo de Anna Andreievna Gorenko, y cómo le
emocionó el poema de su amiga. Esta mujer tuvo una vida durísima, su primer
marido fue fusilado, el segundo y sus hijos encarcelados, su poesía fue
destruída y el testimonio que de ella nos queda es un bello cuadro de
Modigliani. Estos son los versos que acompañan a una impresionante secuencia.
Música
Una maravilla arde en ella
Moldea y modula sus facetas.
Dialoga, habla conmigo
Cuando otros temen acercarse.
Cuando el último amigo se va,
Ella sigue conmigo en la tumba
Y suena, cual primaveral
tormenta,
Como si todas las flores cantaran
El compositor y músico Dmitri
Shostakovich (1906-1975)
Shostakovich es el compositor más
importante de la historia de la música clásica rusa. Puesto que tan solo
podrían discutirle Modest Moussorgski (de muy corta obra) e Igor Stravinski.
Pero no Rimsky Korsakoff o Tchaikovski. Stravinski no se vio atrapado en
conflicto político alguno ya que se largó pronto de Rusia, primero a Paris y
luego a Estados Unidos. Si se hubiese quedado, cuando la nomenklatura y Stalin
hubiesen escuchado “La consagración de la primavera”, habría ido a dar con sus
huesos en el Gulag o hubiese sido fusilado. Prokofiev también se fue a Francia
pero regresó a la URSS. Nunca debió hacerlo. Shostakovich apenas salió de su
país y vivió en una tensión permanente y, a qué negarlo, muerto de miedo pese a
haberse afiliado sin convicción alguna al Partido Comunista. Shostakovich fue
por encima de todo, un eximio sinfonista. Dentro de las proporciones de
sinfonismo del siglo XX, el ciclo de quince sinfonías de Shostakovich ,
redactado entre 1924 y 1971, no solo es uno de los enunciados capitales del
género: quizá se erige en la propuesta sustantiva más importante de esa
centuria, junto a la de Mahler (9 sinfonías y una décima inacabada). Ciclo
irregular, atípico y de drástica disparidad. Sinfonías corales – 2, 3, 13 - ,
camerísticas - 14 - , o con duraciones que van de los 18 minutos aprox. de la 2
hasta los 80 minutos aprox. de la 7. Es un ciclo testimonial, ya que las
sinfonías de Shostakovich poseen una doble entidad: la musical y la
historicista, entendida ésta última como crónica directa de un testigo
cualificado.
Las mejores versiones
El mayor valedor de Shostakovich
fue su amigo, el insigne director Yevgeny Mravinski la mejor batuta que jamás
ha tenido Rusia y la URSS. Sin embargo no completó el ciclo total, lo que sí
hizo otro director sensacional, Genadi Rozhdestvenski que se erige así en la
primera referencia del sinfonismo grabado de Shostakovich, seguido muy de cerca
por el magnífico Kyril Kondrashin, el holandés Bernard Haitink y, a mucha
distancia de calidad Mstislav Rostropovich, genial violonchelista (el mejor de
todos los tiempos junto al español Pablo Casals o Pau Casals, nacido en El
Vendrell y permanentemente exiliado de España en Puerto Rico por mor del
franquismo). La integral de Rozhdestvenski, grabada el revés que la de
Kondrashin cuando el compositor ya había muerto es uno de los productos más
señeros de la historia de la música en disco, ya que el director, cosa inusual,
acierta en el tono exacto de todas las sinfonías. Destacaré, tan solo, las
mejores sinfonías en mi opinión de Shostakovich. La poderosa nº 5, en la que
Mravinski y Leonard Bernstein se llevan la palma. La patriótica y arrasadora nº
7 “Leningrado” asunto de Leopold Stokowski, La esplendida nº 9, en la que
triunfa el genial violinista David Oistrakh que rara vez ejerció de director de
orquesta y que fue el que estrenó la sonata para viola (en la película se
escucha en dos momentos la conversación entre Shostakovich y Oistrakh). La nº
10, Mravinski como no. La nº 11 “el año 1905”, nadie como Stokowski. La nº 12
“el año 1917”, Mravinski otra vez. La estremecedora nº 13 “babi yar” en la que
se narra con solistas vocales y coro la matanza de judíos que tuvo lugar a
manos de los rusos y que, naturalmente, fue prohibidísima y solo el prestigio
de David Oistrakh y Sviatoslav Richter (en opinión de muchos melómanos, entre
los que me incluyo, el mejor pianista del pasado siglo y que también aparece
fugazmente en la película de Sokurov) salvó a Shostakovich de la cárcel, la
deportación o el fusilamiento. La postrera nº 15, igualmente pertenece a
Mravinski que fue quién la estrenó. En el film podemos ver a los citados
Mravinski, Kondrashin, Bernstein, Oistrakh y Richter.
De los seis conciertos de
Shostakovich (dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo) los de
piano son simpáticos e intrascendentes (sobre todo el segundo) y, del resto, el
Concierto n.º 1 para violín parece ser el que suscita mayor consenso y
entusiasmo de crítica y público, por la introspección y la vehemencia emotiva
de sus movimientos lentos y la alegría contagiosa de su final. De los seis, es
en el Concierto nº 2 para violonchelo donde Shostakovich se acercó más a la
vanguardia. La obra de Shostakovich para grupos de cámara, para voz con acompañamiento
y para piano solista es inmensa. De los quince cuartetos el Octavo es
claramente el más popular. Se dice y parece haber pruebas que lo sugieren que
el compositor pensaba suicidarse y que compuso esta obra a modo de réquiem. Es
una de las obras en las que más claramente se expresa la voz trágica del
compositor, que, no obstante, se refirma una y otra vez con su firma musical.
No hay firma en cambio en el Cuarteto nº 13, una obra descarnada y gélida que
plantea musicalmente los interrogantes de la vida humana. Saliendo de la
tonalidad, Shostakovich parece irse en este cuarteto del mundo conocido, quizá
para adentrarse con el aullido final de un violín en el más allá. La Sonata
para violín y piano fue compuesta para David Oistrakh, quien la estrenó con
Sviatoslav Richter. Este confesó en sus memorias que no le gustaba demasiado la
obra.
La película “Sonata para viola”
(1981)
Este film sobre el gran
compositor Dmitri Shostakovich fue iniciado por el director de Leningrado
Semion Aranovich. Sokurov fue invitado a participar del montaje de los
documentos de archivo de la película. Pero su intervención resultó
determinante: creó la composición de la obra y determinó su clima. La selección
y el montaje de los documentos de archivo otorgan al film un contexto histórico
más amplio que el simple retrato biográfico previsto al inicio. Sokurov compuso
un réquiem para el artista cuyo trabajo había chocado contra la ideología
oficial. Esta película habla sobre el triunfo de un arte poderoso, pero también
sobre la derrota de un hombre menoscabado, cuyo increíble talento se convirtió
en una carga insoportable para él. La trayectoria de Shostakovich atraviesa los
momentos cruciales de la vida social de la Rusia soviética e invita al director
a reflexionar sobre la trágica predestinación del artista, siempre solo, pero
inseparable de su época y de su país.
Resulta casi increíble el número
de archivos a los que tuvo acceso Sokurov. Filmó en la propia casa del
compositor sin privarse de suntuosos travellings. Prohibida en la URSS hasta
1986, “Sonata para viola” describe la vida del pianista y compositor ruso
Dmitri Shostakovich, un hombre bajo de estatura, corto de vista,
permanentemente enfermo, discapacitado de una mano, maníaco depresivo,
ciclotímico y hasta niño prodigio a la manera de Mozart. Más allá de un mero
retrato, la película da testimonio de la alegría de la creación que sobrevive a
los tumultos sociales, a las tormentas históricas y a la fragilidad del ser
humano. Está ilustrada por archivos extrañísimos, artísticamente escogidos por
Aleksandr Sokurov. Una lección de historia, una lección de cine.
Luis Betrán
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