jueves, 6 de octubre de 2016

DOSSIER ALEKSANDR o ALEXANDER SOKUROV (5)


Las obras maestras.- a

Madre e hijo. - 1996

Antes de “Madre e hijo”, Sokurov, con casi 20 años de carrera por aquel entonces, era para la mayoría del público cinéfilo, una especie de proyecto de cineasta, un discípulo aventajado de Tarkovski con algunas películas notables y un trabajo constante en el campo de sus “Elegías” o “Sonatas”. Así las cosas, la aparición de “Madre e hijo” supuso una suerte de revelación que, de repente, trajo noticias de un cine de la exploración de las formas, de un trabajo sobre la imagen-idea, de una posible espeleología del alma. Sokurov devino, de esta manera, un cineasta incuestionable. El proyecto no era menudo ni modesto y venía acompañado de importantes preguntas cinematográficas. ¿Qué formas son necesarias para dar cuenta del tránsito a la muerte? ¿De qué manera se puede filmar el espíritu?. ¿Cómo aspirar a la totalidad de la imagen? Toda esta metafísica hubiera caído en saco roto de no venir acompañada de un sistemático trabajo sobre la forma de explorar tales cuestiones. Esto es, un tratamiento especial sobre el aplanamiento y torsión del espacio, la dialéctica entre tránsito y suspensión temporal y, por último, la relación entre cuerpos y la de estos con el espacio.

“Madre e hijo” es la primera entrega de una tripartición que deviene en trinidad. Al movimiento dinámico de la tripartición, con ese correlato del tránsito hacia la muerte, se le sobrepone la expresión de un sentimiento de eternidad inmóvil. De ahí surge un proceso de exploración del absoluto, del misterio, una auscultación poética de la frontera que separa lo visible de lo invisible, justamente ese espacio de comunicación que en las iglesias ortodoxas determina el iconostasio. Sokurov parece encontrar en este film, a partir de un intenso trabajo pictorialista, la relación entre la iconología, la pintura de El Greco y la de Casper David Friedrich. La invocación de El Greco, pintor de Creta que se había iniciado en la pintura de iconos, ingresa en esta obra asombrosa el desgarro, la distorsión de la imagen, el dolor. Finalmente, la evidencia de la fractura, la conciencia de la soledad del hombre desamparado, revierte en la expresión romántica de Casper David Friedrich, de quien se busca literalmente el punto de vista y los encuadres del hombre solo ante la inmensidad de una naturaleza indiferente que sigue su curso.

El papel de la banda sonora es esencial, pura evocación de una presencia de una presencia inmensa e invisible, que dota de una tercera dimensión mistérica a la imagen bidimensional, despojada de la de la engañosa perspectiva renacentista. En el intervalo resultante, queda la relación entre dos cuerpos; uno masivo y saludable, el del hijo, otro frágil y agonizante, el de la madre. Ambos sustanciados en esta figura recurrente de la Pietá invertida, la madre en brazos del hijo. El film se cierra con la reunión de un cuerpo vivo y otro muerto, apenas una mano y un largo espacio en negro absolutamente decisivo Antes se oyen las últimas palabras del hijo y la madre; “nos reuniremos ahí, de acuerdo? Donde acordamos. Espérame. Ten paciencia querida mía, ten paciencia”. Al invierno sucederá la primavera, esa que la madre, temerosa de la muerte no quiere que llegue. Así se abre el alma a la contemplación, de manera que la película se vive finalmente como una transfiguración absoluta del mundo sensible – de sus cuerpos, del paisaje, de la relación entre ambos, en el marco de la estructura espiritual del sueño. Y allí sitúa Sokurov “Madre e hijo”. Más allá de la obra maestra. A ver, si se desea, más de una vez. Su duración es breve. “Madre e hijo”, una experiencia visual y poética absolutamente única en la Historia del cine. Solo al alcance de un genio como Sokurov.

Elegía de un viaje o Elegía del viajero. - (2001)

Esta hermosísima y corta película es un antecedente claro de "El arca rusa" y, opino, que no cede en calidad respecto al suntuoso plano secuencia del Hermitage. "Elegía de un viaje" evoca a un hombre solo que emprende un viaje, incitado por una fuerza incontrolada. Atraviesa vastos espacios nevados, pasa fronteras, sobrevuela un mar y llega a un país extranjero. Escribe la crónica detallada de lo que ve, de los encuentros en su recorrido. Llevado por el flujo del tráfico de una región muy industrializada, llega a las puertas de un palacio que parece abandonado. Penetrando en un museo que parece fantasmagórico, iluminado por la luna, el viajero descubre por fin la meta de su viaje: el cuadro de Peter Saenredam "Plaza Santa María", pintado en su presencia......en el siglo XVII. Film de una belleza visual sobrecogedora, perfectamente complementado por el magnífico texto del propio Sokurov. ¿Qué decir que no sea redundante? Estamos ante una obra maestra otra vez y que se puede contemplar cuantas veces nos apetezca. Cuando deseemos paz, sosiego, vida espiritual, poesía......  Restan más Elegías maravillosas - sobre todo la "Elegía campesina" y la "Elegía de Rusia"

Sonata para viola (1981)

En una de las secuencias más conmovedoras de “Sonata para viola”, Sokurov narra el último encuentro entre la poetisa Anna Akhmatova, seudónimo de Anna Andreievna Gorenko, y cómo le emocionó el poema de su amiga. Esta mujer tuvo una vida durísima, su primer marido fue fusilado, el segundo y sus hijos encarcelados, su poesía fue destruída y el testimonio que de ella nos queda es un bello cuadro de Modigliani. Estos son los versos que acompañan a una impresionante secuencia.

Música
Una maravilla arde en ella
Moldea y modula sus facetas.
Dialoga, habla conmigo
Cuando otros temen acercarse.
Cuando el último amigo se va,
Ella sigue conmigo en la tumba
Y suena, cual primaveral tormenta,
Como si todas las flores cantaran


El compositor y músico Dmitri Shostakovich (1906-1975)

Shostakovich es el compositor más importante de la historia de la música clásica rusa. Puesto que tan solo podrían discutirle Modest Moussorgski (de muy corta obra) e Igor Stravinski. Pero no Rimsky Korsakoff o Tchaikovski. Stravinski no se vio atrapado en conflicto político alguno ya que se largó pronto de Rusia, primero a Paris y luego a Estados Unidos. Si se hubiese quedado, cuando la nomenklatura y Stalin hubiesen escuchado “La consagración de la primavera”, habría ido a dar con sus huesos en el Gulag o hubiese sido fusilado. Prokofiev también se fue a Francia pero regresó a la URSS. Nunca debió hacerlo. Shostakovich apenas salió de su país y vivió en una tensión permanente y, a qué negarlo, muerto de miedo pese a haberse afiliado sin convicción alguna al Partido Comunista. Shostakovich fue por encima de todo, un eximio sinfonista. Dentro de las proporciones de sinfonismo del siglo XX, el ciclo de quince sinfonías de Shostakovich , redactado entre 1924 y 1971, no solo es uno de los enunciados capitales del género: quizá se erige en la propuesta sustantiva más importante de esa centuria, junto a la de Mahler (9 sinfonías y una décima inacabada). Ciclo irregular, atípico y de drástica disparidad. Sinfonías corales – 2, 3, 13 - , camerísticas - 14 - , o con duraciones que van de los 18 minutos aprox. de la 2 hasta los 80 minutos aprox. de la 7. Es un ciclo testimonial, ya que las sinfonías de Shostakovich poseen una doble entidad: la musical y la historicista, entendida ésta última como crónica directa de un testigo cualificado.

Las mejores versiones

El mayor valedor de Shostakovich fue su amigo, el insigne director Yevgeny Mravinski la mejor batuta que jamás ha tenido Rusia y la URSS. Sin embargo no completó el ciclo total, lo que sí hizo otro director sensacional, Genadi Rozhdestvenski que se erige así en la primera referencia del sinfonismo grabado de Shostakovich, seguido muy de cerca por el magnífico Kyril Kondrashin, el holandés Bernard Haitink y, a mucha distancia de calidad Mstislav Rostropovich, genial violonchelista (el mejor de todos los tiempos junto al español Pablo Casals o Pau Casals, nacido en El Vendrell y permanentemente exiliado de España en Puerto Rico por mor del franquismo). La integral de Rozhdestvenski, grabada el revés que la de Kondrashin cuando el compositor ya había muerto es uno de los productos más señeros de la historia de la música en disco, ya que el director, cosa inusual, acierta en el tono exacto de todas las sinfonías. Destacaré, tan solo, las mejores sinfonías en mi opinión de Shostakovich. La poderosa nº 5, en la que Mravinski y Leonard Bernstein se llevan la palma. La patriótica y arrasadora nº 7 “Leningrado” asunto de Leopold Stokowski, La esplendida nº 9, en la que triunfa el genial violinista David Oistrakh que rara vez ejerció de director de orquesta y que fue el que estrenó la sonata para viola (en la película se escucha en dos momentos la conversación entre Shostakovich y Oistrakh). La nº 10, Mravinski como no. La nº 11 “el año 1905”, nadie como Stokowski. La nº 12 “el año 1917”, Mravinski otra vez. La estremecedora nº 13 “babi yar” en la que se narra con solistas vocales y coro la matanza de judíos que tuvo lugar a manos de los rusos y que, naturalmente, fue prohibidísima y solo el prestigio de David Oistrakh y Sviatoslav Richter (en opinión de muchos melómanos, entre los que me incluyo, el mejor pianista del pasado siglo y que también aparece fugazmente en la película de Sokurov) salvó a Shostakovich de la cárcel, la deportación o el fusilamiento. La postrera nº 15, igualmente pertenece a Mravinski que fue quién la estrenó. En el film podemos ver a los citados Mravinski, Kondrashin, Bernstein, Oistrakh y Richter.

De los seis conciertos de Shostakovich (dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo) los de piano son simpáticos e intrascendentes (sobre todo el segundo) y, del resto, el Concierto n.º 1 para violín parece ser el que suscita mayor consenso y entusiasmo de crítica y público, por la introspección y la vehemencia emotiva de sus movimientos lentos y la alegría contagiosa de su final. De los seis, es en el Concierto nº 2 para violonchelo donde Shostakovich se acercó más a la vanguardia. La obra de Shostakovich para grupos de cámara, para voz con acompañamiento y para piano solista es inmensa. De los quince cuartetos el Octavo es claramente el más popular. Se dice y parece haber pruebas que lo sugieren que el compositor pensaba suicidarse y que compuso esta obra a modo de réquiem. Es una de las obras en las que más claramente se expresa la voz trágica del compositor, que, no obstante, se refirma una y otra vez con su firma musical. No hay firma en cambio en el Cuarteto nº 13, una obra descarnada y gélida que plantea musicalmente los interrogantes de la vida humana. Saliendo de la tonalidad, Shostakovich parece irse en este cuarteto del mundo conocido, quizá para adentrarse con el aullido final de un violín en el más allá. La Sonata para violín y piano fue compuesta para David Oistrakh, quien la estrenó con Sviatoslav Richter. Este confesó en sus memorias que no le gustaba demasiado la obra.

La película “Sonata para viola” (1981)

Este film sobre el gran compositor Dmitri Shostakovich fue iniciado por el director de Leningrado Semion Aranovich. Sokurov fue invitado a participar del montaje de los documentos de archivo de la película. Pero su intervención resultó determinante: creó la composición de la obra y determinó su clima. La selección y el montaje de los documentos de archivo otorgan al film un contexto histórico más amplio que el simple retrato biográfico previsto al inicio. Sokurov compuso un réquiem para el artista cuyo trabajo había chocado contra la ideología oficial. Esta película habla sobre el triunfo de un arte poderoso, pero también sobre la derrota de un hombre menoscabado, cuyo increíble talento se convirtió en una carga insoportable para él. La trayectoria de Shostakovich atraviesa los momentos cruciales de la vida social de la Rusia soviética e invita al director a reflexionar sobre la trágica predestinación del artista, siempre solo, pero inseparable de su época y de su país.

Resulta casi increíble el número de archivos a los que tuvo acceso Sokurov. Filmó en la propia casa del compositor sin privarse de suntuosos travellings. Prohibida en la URSS hasta 1986, “Sonata para viola” describe la vida del pianista y compositor ruso Dmitri Shostakovich, un hombre bajo de estatura, corto de vista, permanentemente enfermo, discapacitado de una mano, maníaco depresivo, ciclotímico y hasta niño prodigio a la manera de Mozart. Más allá de un mero retrato, la película da testimonio de la alegría de la creación que sobrevive a los tumultos sociales, a las tormentas históricas y a la fragilidad del ser humano. Está ilustrada por archivos extrañísimos, artísticamente escogidos por Aleksandr Sokurov. Una lección de historia, una lección de cine.

Luis Betrán

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