LA TETRALOGÍA DE LOS DICTADORES (Hiro Hito y Fausto)
SOLNTSE (EL SOL)
º DIRECTOR: Aleksandr Sokurov
º GUIÓN: Iurii Arabov y Aleksandr
Sokurov
º AÑO: 2004
º PAÍS: Rusia Rusia
º MÚSICA: Andrei Sigle
º FOTOGRAFÍA: Aleksandr Sokurov
º PRODUCTORA: Coproducción
Rusia-Italia-Francia-Suiza
REPARTO
Issei Ogata, Robert Dawson, Kaori
Momoi, Shiro Sano, Shinmei Tsuji, Taijirô Tamura, Georgiy Pitskhelauri, Hiroya
Morita
Premios
2005: Festival de Berlín:
Nominada para Oso de oro
2006: Italian National Syndicate
of Film Journalists: Nominada para Mejor director extranjero
2006: Premios Nika: Mejor guión:
Yurii Arabov
2005: Russian Guild of Film Critics: Mejor
película
2005: Yerevan International Film
Festival: Mejor película
Tercera entrega de la tetralogía
del poder que Sokurov dedica a las grandes figuras políticas del siglo XX. La
historia se centra en la vida cotidiana, en la intimidad del emperador japonés
Hirohito, que, tras el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, se hace consciente
de que su naturaleza no es divina sino estrictamente humana.
Tercera entrega de la Tetralogía
de los Dictadores, Sokurov se aproxima en “Solntse” a la figura patética del
emperador Hiro Hito, al que se consideraba una divinidad (Imperio del Sol Naciente)
brutalmente cercenada por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
Hiro-Hito fue un verdadero genocida, tanto en la llamada Guerra de Manchuria,
en la que las tropas japonesas cometieron atrocidades indecibles con la
población civil china, como cuando su ministro, el almirante Tojo (juzgado y
ejecutado por USA, merced a su condición de criminal de guerra) decidió el
bombardeo de Pearl Harbour. La crueldad de los campos de prisioneros japoneses
ha sido descrita varias veces por el cine. La del ejército imperial en China,
llevó al gran cineasta japonés Masaki Kobayashi a realizar su portentosa y
terrible “La condición humana”, film en el que el autor de “Harakiri” empleó
cerca de 10 horas para crear una suerte de exorcismo penitencial por las bestialidades
japonesas en China.
“Solnse”, es muy distinta a sus
predecesoras “Moloch” (Hitler), “Taurus” (Lenin). Nada de filtros y un
sorprendente clasicismo en la puesta en imágenes de Sokurov. Con ello, el
maestro ruso adopta un estilo observacional e indiferente que respeta (por
primera y única vez en su cine) la exposición, nudo y desenlace. Sokurov se
permite, eso sí, una bellísima metáfora visual, al sustituir los aviones
bombardeando Japón por unos aparentemente inofensivos pajarillos . Hiro Hito en
su intimidad, en su pequeño bunker, desayunando, ajeno a la comprensión de los
humanos, con su servidumbre. Otra vez “la banalidad del mal” de la que habló
Hanah Arendt. Y con una secuencia magistral: la entrevista del ya exemperador
con el general Douglas Mac Arthur, en la que el militar se burla del dios
abatido considerándole un “niño”.
Una película que detalla
magistralmente la energía y el ánimo reinante en una época triste para el
mundo, especialmente para los involucrados directos. En este caso el derrotado
pueblo japonés. El director logra apoderarse de la mentalidad y sabiduría de un
país culturalmente grandioso, y, a través de Hirohito, nos muestra el renacer
del alma en momentos extremos. Una película de imágenes potentes, sutiles,
poéticas, deliberadamente morosa. Creo que las escenas de exteriores dan un
respiro al monótono escenario del bunker. El guion es inteligente, sabio, no
dice lo innecesario, no hay palabras ni frases sobrantes, es preciso, acotado y
exquisitamente revelador en cuanto a las emociones y actitudes humanas. El
orgullo y soberbia del pueblo americano, y la necesaria humildad de los
japoneses. Un film que muestra el lado humano de la guerra y sus ángulos
desconocidos, y no la típica obviedad de tantas películas sobre la segunda guerra
mundial, que solo buscan captar la atención a través de imágenes impactantes,
como la violencia, la muerte, el abuso. Particularidades que todos conocemos y
que no aportan nada nuevo. El cine debe hacernos entrega de una nueva mirada,
de una opinión, un enfrentamiento de reflexiones y no algo evidente y nada
objetivo, que no permite otras lecturas. Sokurov nos regala un gran film, otra
obra maestra. Hiro Hito es tratado, como Lenin, con una cierta compasión por el
cineasta. Con la cuarta, y última entrega, “Fausto” llegará el horror, la
monstruosidad de los dictadores y en los títulos de créditos finales aparecerá:
Aleksandr Sokurov, Tetralogía de los Dictadores.
FAUST
º TÍTULO ORIGINAL: Фауст (Faust)
º DIRECTOR: Aleksandr Sokurov
º GUIÓN: Aleksandr Sokurov (Obra:
Johann Wolfgang von Goethe)
º AÑO: 2011
º PAÍS: Rusia Rusia
º MÚSICA: Andrei Sigle
º FOTOGRAFÍA: Bruno Delbonnel
º PRODUCTORA: Pro Line
REPARTO
Johannes Zeiler, Anton Adasinsky,
Isolda Dychauk, Hanna Schygulla, Maxim Mehmet, Georg Friedrich, Antoine Monot
Jr., Katrin Filzen, Eva-Maria Kurz, Florian Brückner, Stefan Weber
PREMIOS
2011: Festival de Venecia: León
de Oro (mejor película) y premio SIGNIS
2011: Festival de Gijón: Mejor
dirección artística
2011: Satellite Awards: 4
nominaciones, incluyendo mejor película de habla no inglesa
2011: Mar del Plata Film
Festival: International Oficial Selection
2011: London Film Festival:
Sección oficial largometrajes a competición
2012: Premios del Cine Europeo: 2
nomin: mejor fotografía y mejor diseño de producción
2013: Premios Nika: Mejor:
Película, Director, Guión, Actor (Anton Adasinsky)
SINOPSIS
Ambientada en el siglo XIX. Se
basa en la leyenda alemana de Fausto, un sabio que hace un pacto con el diablo,
y en las adaptaciones literarias del mito por parte de Goethe y Thomas Mann.
Broche final de la tetralogía que Sokurov dedicó al estudio de la naturaleza
del poder .En ella se elucubra una disertación, que tiene mucho de metafísica
del mal, en torno a la corrupción y la decadencia
El cine de Sokurov es complejo,
y, en cierto modo, experimental. A prori cuesta acercarse a sus películas,
aunque al final el aficionado queda satisfecho. Ocurre con ‘El arca rusa’, una
de sus obras más populares (en un prodigio técnico y narrativo, la rodó en una
única toma), y la historia se repite con ‘Faust’, en la que el cineasta se
inspira de forma libre en la tragedia de Goethe. Con ella el genio ruso, cierra
su extraordinaria Tetralogía de los Dictadores. ¿Y tras Hitler, Lenin e Hiro
Hito, porqué Fausto? Sokurov considera que el imperialismo alemán, desde
Federico II de Prusia a Hitler, tiene su origen en la obra seminal de la
literatura germana: “el “Fausto” de Goethe. Pero además añade diálogos
extraídos del dr. Faustus de Thomas Mann y de Marlowe, mientras que en el
apartado visual el referente es “El Bosco, y en lo que se refiere a Margarita,
el renacentista Mantegna. El arranque de esta portentosa y esencial película,
en terrible. La cámara baja desde el cielo hasta la mesa de disección del dr.
Fausto, que abre en canal un cadáver, extrae sus vísceras, las mira y grita
¡donde, donde está el alma! El mito de Fausto ha conocido varias versiones, por
lo que el espectador ya está más o menos familiarizado. La trama se centra en
Fausto, un doctor en crisis de identidad que vende su alma al diablo. Aquí
Mefistófeles es un ser grotesco y deforme (por ejemplo, tiene el pene en la
espalda) que guía a Fausto por situaciones que representan las tentaciones
mundanas antes de llegar al infierno.
‘Faust’, rodada en alemán,
sobresale por su virtuosismo visual y su ambientación, por lo que no extraña
que se llevara el premio a la dirección artística en el Festival de Gijón. El
hipnotismo que provocan sus imágenes y la profundidad de sus diálogos que se
adentran en varios filósofos alemanes: Schopenhauer, Fichte, Nietzche, Kant,
Wittgenstein…., ‘Faust’ exige mucho al público, porque no es una adaptación de
la obra de Goethe en el sentido habitual de la palabra, sino una lectura de lo
que queda entre líneas. ¿De qué color es un mundo que da a luz, ideas tan colosales?
¿A que huele? El universo sokuroviano es sofocante: ideas que harán temblar el
mundo nacen en el espacio reducido en que se mueve. El Fausto de Sokurov es un
pensador, un portavoz de ideas, un transmisor de palabras, un soñador, un
maquinador. Un hombre anónimo empujado por instintos básicos: el hambre, la
codicia, la lujuria. Una criatura infeliz y perseguida que plantea un reto al Fausto
de Goethe. ¿Por qué contentarse con el momento si se puede ir más allá? Cada
vez más allá, siempre hacia adelante, sin darse cuenta de que el tiempo se ha
detenido.
“Fausto” se estrenó en España, al
contrario que “Moloch”, “Taurus” y “Solntse”. Había ganado el León de Oro de
Venecia y ello garantizaba su distribución en varios países de Occidente,
incluyendo Estados Unidos. La película fue saludada con un general entusiasmo
crítico, y el prestigioso Roger Ebert, ya fallecido, gran gurú de la crítica
USA la saludó como la obra más importante de la Historia del Cine, afirmación a
todas luces exagerada, y añadiendo irónicamente que justamente el cineasta que
había afirmado que “el cine todavía no era un arte” nos ofrecía “la obra de
arte total”, como si fuese un Wagner del Séptimo Arte. El rodaje de “Fausto”
resultó extenuante por las exigencias de Sokurov, convertido aquí en una
especie de Kubrick ruso. Consideró que el único país en el que se podía rodar
“Fausto” era Islandia, sobrepasó con creces el presupuesto previsto y, al
final, la Rusia de su poco querido Putin tuvo que aportar el dinero necesario
para su finalización pese a que el film está hablado en alemán. Algunas tomas,
como las del citado arranque, llegaron a alcanzar el número de 50 veces o más.
Sokurov renunció a su equipo habitual y prescindió de su guionista habitual,
Yuri Arabov (en realidad un heterónimo del propio Sokurov), volvió a estirar
las imágenes como en “Madre e hijo”, esta vez homenajeando a Caravaggio.
Prescindió de la música incidental y tan solo al final, mientran aparecen los
títulos de créditos suena la fabulosa banda sonora de Andrei Sigle.
“Fausto” es, probablemente, la
obra cumbre de Sokurov, junto a “El arca rusa”. Destacar de este prodigio
fílmico, la secuencia del infierno en la que Sokurov se burla de Goethe y le da
la vuelta a su desenlace cristiano. El dr. Fausto gritará de felicidad al
haberse reencarnado en la encarnación del Mal Absoluto, en un Infierno con
géiseres humeantes que resulta ciertamente pavoroso. En mi opinión, una de las cuatro películas
esenciales de la última década, las otras serían “El caballo de Turín” de Bela
Tarr, “Sueño de invierno” de Nuri Bilge Ceylan e “Hijo de Saúl” de Laszlo
Nemes.
Luis Betrán
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