EL MELODRAMA DE
ACTRICES (2)
Existe, por último, un melodrama de actrices que resulta ser
heredero directo del mismo tipo de melodrama que se desarrolló en el cine
silente. Es el de Greta Garbo, Joan Crawford, Greer Garson y, en cierto
sentido, Linda Darnell. Con una variante turbadora, extraña y finalmente
atípica: Marlene Dietrich.
Cuando Josef Von
Sternberg lanzó al mundo de las luces y las sombras a la muy grosera
Lola-Lola que se divertía ciscándose en
el profesor Unrath (Emil Jannings), Marlene Dietrich no podía imaginar los
planes que rondaban por la cabeza de un fabuloso (y tanto) cineasta que ya
había dejado muestras de su talento en películas mudas tan notables como “La
ley del hampa” (1927), “Los muelles de Nueva York” (1928) o “La última orden”
(1928). Un director que había fascinado a Chaplin con su primera obra “The
salvation hunters” (1925), que le financió la segunda “The sea woman” (1926) y
que una vez que la vio no dudó en destruir todas las copias porque, aunque
parezca increíble, le entró un ataque de envidia y otro de pánico reflexionando
que el tal Von Sternberg podía arrebatarle su puesto de “primus inter pares”.
El “otro” Von – que terminaría con el paso del tiempo siendo
casi tan maldito y de culto como el primer Von: el Stroheim – retornó a su Viena ¿natal? (1) y se marcó la obra
maestra expresionista, barroca, malvada y furiosamente misógina titulada “El
ángel azul” (1930). En teoría un vehículo para la estrella Jannings pero en el
que una muchacha gordezuela y ordinaria, que no era ni mucho menos una
debutante, se llevaría el gato al agua mientras obligaba al enorme Emil a
imitar a los gallos en el más patético “kikirikí” que registra la Historia del
Cine.
Un detalle fundamental conservaría Marlene en sus films con
Sternberg surgidos al socaire – y el éxito comercial y artístico – de aquel
“ángel azul” o más bien putón cabaretero: el dominio sobre la historia a
contar. Pero nada más en cuanto que “fraulein” Dietrich ya no volvería a
destruir a futuros profesores o lo que fuese sino que más bien sería una eterna sacrificada
por el amor de sus hombres. Esquema, como ha quedado escrito, derivado del cine
silente.
Poco original, en principio, pero que en las manos del tándem
Dietrich-Sternberg daría lugar a unas películas radicalmente distintas, en
tiempo y atmósfera, a las de las otras
actrices utilizadas por el melodrama. Y es que el melo de Marlene Dietrich fue, éste sí y antes que ningún otro (con las
únicas posibles excepciones de King Vidor y William Wyler), un melodrama de
director incluso más que de actriz., la obra excepcional de un artista barroco
y refinado.
Sin Von Sternberg, la ya miss Dietrich no fue ciertamente
una mujer a la deriva, pero solo reencontraría sus más puras esencias cuando otros ilustres germanos como Lubitsch,
Lang o Wilder la convirtieron en heroína
de films como “Angel” (1937, acaso la obra suprema y de más exquisita
sutileza del maravilloso Lubitsch, “Encubridora” (1952, film irregular y
notable en que Lang odió a Marlene y viceversa pero que solo se convertía en
grande cuando Dietrich se enseñoreaba de la pantalla y “Testigo de cargo” (1958,
una hábil pirueta de Wilder en la que Marlene hasta demostraba que podía ser
una muy buena actriz).
Orson Welles la homenajeó en “Sed de mal” (1958) pero el mejor
amigo – imposible otra cosa – resultó ser a la postre……Luchino Visconti en cuya
mesilla de moribundo estuvo siempre la foto de la actriz junto a la de Helmut Berger
(¡¡que obscenidad!!, precedida cuando en “La caída de los dioses” (1968) el
capricho viscontiano se travestía para cantar con idéntico atuendo a Lola-Lola una
canción del repertorio de los recitales de la diva). La mirada mágica de
Marlene iluminó el delirio de Sternberg, pero esa mirada resulto un tanto fugaz
ya que no siempre tuvo de su lado el cariño del público. El personalísimo y
extraordinario Sternberg, tras la ruptura del dúo, tampoco se reencontraría a
si mismo más que en dos ocasiones: “El embrujo de Shangai” (1941) y su
esforzadísima y baratísima obra postrera “La saga de Anathan” (1953).
Luis Betrán
1) El formidable libro autobiográfico de Von Sternberg,
“Risas en una lavandería china”. Leído, en él no se sabe nunca lo que es verdad
y lo que no lo es. En realidad los “falsos aristócratas” Von Stroheim y Von
Sternberg, llevados de una desmedida arrogancia se inventaron a si mismos y sus
lugares respectivos de nacimiento pueden ser ciertos o falsos. Billy Wilder
tampoco fue un “ario puro”, ya que nació en Sucha (Galitzia-Polonia) en 1906.
Marlene parecía un travelo.
ResponderEliminarGracias por el comentario, pero si por travelo te refieres a travesti no estoy de acuerdo. Siempre se habló y se escribió sobre un posible lesbianismo de Dietrich y encima ejercido con Greta Garbo. Cotilleos de prensa y literatura amarilla. Marlene filmada por Sternberg quedó maravillosa en imágenes inmortales.
ResponderEliminarUn saludo.
No me refiero a sus preferencias sexuales, me refiero a su aspecto físico. Siempre me pareció un hombre disfrazado de mujer. Eso sí, una gran actriz.
ResponderEliminarSaludos
Eso casi no podría negarlo. Marlene trajo la moda en los 30 de ir vestida de hombre - a pesar de tener unas bellísimas piernas - pero según dice ella en el documental de Maximilian Schell fue una idea del siempre fantasioso Sternberg. Fíjate, a mí solo me pareció una gran actriz cuando no trabajó con su Pigmalión: "Angel" (Lubitsch), "Testigo de cargo" (Wilder, su mejor interpretación de lejos) y en su breve pero impactante aparición en "Sed de mal" (Welles). Victor Erice, sí el director de ·El espiritú de la colmena", escribió hace muchos años en la revista Nuestro Cine un bello artículo al respecto tiulado "La ascensión de Galatea".
ResponderEliminarSaludos.