miércoles, 8 de mayo de 2019

A propósito de Agnés Varda

Falleció, ya anciana, la excelente y paradójicamente poco conocida cineasta franco-belga Agnes Varda. Como siempre triste pérdida, pero aún más por lo que su figura significó para eso que ahora llaman “techo de cristal“, desde la penumbra reservada en su tiempo al género femenino.

Encuadrada por la crítica dentro de aquella mitificada y ecléctica “Nouvelle vague“, como posiblemente la única mujer; pionera en la libertad de creación al margen de influencias de personajes masculinos más reconocidos, forjó una obra de manifiesto carácter social, a través sobretodo del documental, y que por mor del destino, o de la escasa comercialidad de su producto, ha quedado eclipsada siempre tras su papel como esposa de Jacques Demi, (el de “Los paraguas de Cherburgo“, a mi juicio,  director de musicales blandengues). Ya sabemos de la excelencia de "Cleo de 5 a 7", "Le bonheur", "Jacquot de Nantes" y, sobre todo, "Sin techo ni ley", "Una canta, la otra no" y algón horror como "Las criaturas". Detengámonos en la que, junto a "Sens toit ni loi" es, para mi, su mejor película.

Una de las pocas películas de la directora francófona que se pueden encontrar (o pude encontrar en su momento), es ésta: “Los espigadores y la espigadora“, film ya de su época de madurez (año 2000). En forma de documental, traza un hilo perfecto de la histórica costumbre del ser humano de derrochar los bienes de cualquier índole. El film se basa en la ancestral costumbre de los espigadores, aquellas personas escasas de recursos, que ya desde la edad media se les permitía tomar los frutos del campo abandonados tras la cosecha, por ser considerada poco rentable su recolección. Costumbre que rige, más o menos, hasta nuestros días. Aquí, Varda alterna las imágenes puramente agrícolas, con los nuevos espigadores, que la era del consumo descontrolado deja tras los basureros de los grandes centros comerciales, o en los bienes que el ciudadano acomodado desecha por anticuados u obsoletos.
Un documento fuerte, sin remilgos, que en tono amable, femenino, tomando una postura más didáctica que de reproche, trasmite el caos que el despilfarro de una cultura hedonista y egoísta deja a su paso, sin ningún respeto ni hacia sus semejantes, ni hacia su entorno.Los eternos espigadores, producto del sistema de clases.

Sirvan pues estas líneas para recordar la figura de tan sobresaliente cineasta, a la vez que reivindicar la visibilidad de todas éstas y aquellas mujeres, que sí rompieron sus techos de cristal con solo proponérselo en cuanto a libertad y talento creativo, pero que el sistema de mercado —o mercadeo—, las consideró o las considera, simplemente poco rentables. El día que este sistema las considere, simplemente muy rentables, ese día quizás habrán ganado la fama y el poder, pero se habrá perdido la batalla. Extraordinaria película.

Luis Betrán

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