sábado, 27 de abril de 2019

Rita Azavedo Gones

El cine potugués ha tenido nombres ilustres. Manoel de Oliveira, Joao Carlos Monteiro, Paulo Rocha, Miguel Gomes - éste en activo - Joao Caniho, Joao Botelho. Y mujeres como Teresa Villaverde y, en plena forma Rita Azevedo Gomes. Centrémonos en su film "A portuguesa".

A portuguesa está filmada íntegramente en escenarios naturales (las ruinas de un castillo, la naturaleza) y sin apenas otros elementos escenográficos que los vestidos y los objetos de la ficción, y la luminosa fotografía de Acácio de Almeida muestra estos escenarios en toda su presencia, que se conjuga en presente. También en presente se mueven los múltiples animales que pueblan A portuguesa, pues para ellos la ficción no existe. Están allí, tal vez asumiendo valores simbólicos para el espectador o para los personajes, que proyectan en ellos sus deseos y la compañía que necesitan, pero sin participar por sí mismos en la ficción. Puede que estemos ante una película de época, pero A portuguesa está filmada en estricto presente y en el presente, como si Azevedo trajera el pasado al aquí y ahora sin perder de vista que ese es el sentido exacto de la palabra “re-presentación”. «Para llegar a la verdad, debes componer. El artificio es obligatorio. Lo importante es la emoción. La emoción nunca es falsa», decía ya el protagonista de la primera película de Rita Azevedo Gomes, el escritor de O Som da Terra a Tremer.

Así pues, indefinición respecto al tiempo y lugar en que sucede la acción, pero también respecto a su avance. A partir de esta desubicación temporal, del tiempo moroso y pasivo de la película, y de las escenas cotidianas de la portuguesa, sin otra evasión de la monotonía que adoptar a un lobo o las visitas, la película construye un tiempo en suspensión. Un tiempo encapsulado, el de la espera, donde el presente (la espera en sí misma), el pasado (lo ausente) y el futuro (la promesa) son uno; y que a veces no termina con el regreso del ausente, sino que éste tiene que abrirse paso por las murallas y las rocas de este cansancio de la espera, de esta temporalidad, para conjurar el hechizo.

Una de las primeras y más hermosas escenas de A portuguesa comienza con la música de un coro de campesinos, que la liga con la escena anterior y que atribuimos a una instancia narradora externa. Entonces vemos por primera vez, desde lejos, el castillo ruinoso de los von Ketten coronando el paisaje. Después un camino, el que dirige a él. El plano es amplio, fijo y está vacío; es presente puro: un camino que cualquier otro podría estar recorriendo ahora mismo. Entonces poco a poco van llegando al plano gentes con vestidos coloridos y carros, de otra época, el coro de campesino al que debemos atribuir la canción, y llenan el plano. Cuando llegan a la mitad del camino, la cámara los acompaña hasta resituarse en un cruce en el que desemboca el puente por el que se dirigen los Ketten a casa. (relato de Robert Musil).

Película llena de saudade, de misterio, de belleza. "La portuguesa" es satisfactoria en todos los aspectos y se incluye entre las excelentes cintas lusitanas. Aguardemosla.

Luis Betrán

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