Dossier Aleksandr o Alexander Sokurov.- Final
FAUSTO (2011)
La apoteosis de la
Tetralogía y uno de los films más impresionantes de la última década.
Nadie discutió la inmensa belleza y la complejidad intelectual de esta
obra suprema...excepto Vladimir Putin. Sokurov hizo con Goethe y Thomas
Mann lo que le vino en gana, cambiando los textos originales e incluso
el desenlace en el que Fausto, en un paisaje de rocas y géiseres, grita
¡Todo el poder del mal es mío!. Sokurov tendría que abandonar Rusia y
refugiarse en los siempre amables brazos de Francia con los genios.
Allí, filmaría la excepcional "Francofonia" y hasta ahora. Obra que
destila una fabulosa cultura, se filmó en Chequia, hablada en alemán. La
estética proviene de la misteriosa pintura de "El Bosco - el diablo
Mefistófeles es una repugnante criatura que luce su pene en el culo -.
Para el personaje de Margarita, Sokurov creó otra estética distinta
basada en las madonnas de Mantegna. La influyente, para bien o para mal,
Cahiers du Cinéma la proclamó la mejor película del año. La única voz
discrepante fue la del, posiblemente, peor crítico de España, Carlos
Boyero de "El País" propagandista exclusivo del cine de Hollywood. Más
tarde se descubriría que ni siquiera había asistido en Venecia a la
proyección. Nunca más sería invitado a ese importante Festival.
La
escena de apertura establece el tono. Después de un breve prólogo en el
cielo, la cámara nos lleva de regreso a la tierra, a un pequeño pueblo
alemán, parte Durero, parte Murnau, y finalmente se posa sobre los
órganos internos de un cadáver fresco. El Dr. Faust (Johannes Zeiler)
está destripando a un hombre muerto, buscando su alma. Y, en esta
reelaboración de la famosa leyenda, basada libremente en las versiones
de Goethe y Thomas Mann, Sokurov tiene la intención de hacer lo mismo.
Cavará en la tierra fértil de la descomposición humana para extraer
comprensión y belleza. Su Fausto es a la vez metafísico y sucio. Si la
premisa suena desagradable y pomposa, el resultado es simplemente
maravilloso. Faust, que ganó el León de Oro en Venecia en 2011, está
destinado a ser el capítulo final de la tetralogía de Sokurov sobre la
naturaleza enferma del poder (irónicamente, o tal vez convenientemente,
Putin estuvo involucrado de alguna manera en asegurar el financiamiento
de la película y luego desterrar a Sokurov). Los primeros tres: Moloch
(1999), Taurus (2001) y Sol (2005) se adentraron en la vida privada de
figuras históricas reales (Hitler , Lenin e Hirohito) en sus últimos
días. Aquí, sin embargo, la acción se centra en un hombre inicialmente
común e impotente, y otro eminentemente ficticio. Pero ¿cuál es la
historia del pobre y hambriento Heinrich Faust, atrapado en su aldea
miserable cuyas calles están llenas de moho y basura humana y donde el
diablo reside bajo el disfraz de un prestamista que se hace llamar
Mauricio Mueller (asombrosamente encarnado por el mimo y músico de rock
ruso Anton Adasinsky), ¿quiere revelar todo sobre la esencia del poder?.
En
este cambio de lo histórico a lo alegórico, el significado no está del
todo claro (y el diálogo mismo es a veces deliberadamente incoherente).
¿Fausto pretende ser una precuela del ciclo, una reflexión sobre el
origen del poder, sobre su adquisición? ¿La debilidad humana es la causa
de la tiranía o su presa? En la escena final de la película, de otro
mundo, en la que se enfrenta al diablo, ¿aparece Faust redimido o
doblemente condenado, habiendo internalizado ahora el mal con el que
luchó?. En cierto modo, la respuesta está finalmente al lado del punto;
el resultado es tan desconcertante y contradictorio como la naturaleza
humana misma. Incluso el diablo aparece a veces como un entrañable
bastardo nihilista, mientras que la pura Margarita (Isolda Dychauk)
inspira una carnalidad básica en desacuerdo con la santidad de su rostro
etéreo. Como una prueba de Rochard de la condición humana, Fausto logra
abarcar e invitar a todas estas interpretaciones. Pero, sobre todo, los
traduce en un objeto visual deslumbrante.
De hecho, aunque la
película puede pertenecer oficialmente a la Tetralogía de los Dictadores
de Sokurov, podría ser tan fácilmente como una contrapartida inspirada
más por la cultura alemana que por "El arca rusa" (2002). Fausto y
Mefistófeles pueden no ser tan abstractos como el "Narrador" y el
"europeo" que nos condujeron a través del museo (de nuevo, el legendario
Doctor y su amigo Diablo no son exactamente los protagonistas más
concretos), y la maldita enfermedad. La aldea alemana en la que
deambulan no es un Hermitage, pero las imágenes que Sokurov y el
director de fotografía Bruno Delbonnel evocan desde su verdosa paleta
fangosa, luz nebulosa y cuerpos comprimidos (distorsionados por lentes
anamórficas) son como tantos Bruegels, Boschs, Vermeers y Rembrandts en
vida. La opción inusual de una relación de aspecto de 1.37 cuadrada,
como una ventana en un universo paralelo, hace que la experiencia sea
aún más singular y sobrenatural. Es tan exuberante, tan estimulante que
casi te agota. Y casi inmediatamente requiere una segunda visualización.
Escribir sobre Faust es desear que los superlativos no se hayan
abaratado tanto por el uso excesivo. Llamar a la película de Sokurov una
"obra maestra" parece un perjuicio. Sin embargo, es innegablemente el
trabajo de un maestro. Película de una riqueza excepcional y una
belleza anormal. FRANCOFONIA (2015)
No voy a extenderme
demasiado sobre esta maravillosa propuesta francesa de mi director de
cabecera. Esta visita al Louvre se distancia de "El arca rusa" en que no
se resuelve en un plano secuencia y en que a la habitual dialéctica
sokuroviana sobre el arte y la historia, se añaden unas impensables
gotas de hurmor en caballero tan serio como el genio ruso. Cachondeo
fino a costa de Napoléon y la liberté, égalité y fraternité que no sé
que tal sentaran a sus productores. Por lo demás, otra vez me asombro
ante la imaginación y la cultura de Sokurov, el singular comienzo de la
película, las referencias a Tolstoi y Chejov y, como no, a la cámara
reptante que se mueve por el museo en fabulosos travellings mezclados
con un no menos fabuloso material de archivo. Sokurov desmitifica la
resistencia y él, en persona, dice algo así como "los nazis trataron muy
bien a los franceses y enseguida hicieron buenas migas con ellos en
Paris, en San Petesburgo no se mostraron tan amables". Fiel a si mismo,
Sokurov no encuentra otro asidero en la degradación de nuestro mundo que
no sea el Arte en todas sus expresiones. Bella utopía poética.
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