miércoles, 19 de noviembre de 2014

DOSSIER LUCHINO VISCONTI (V)



Á los sicilianos de la familia Valastro y a los calabreses de la familia Parondi les suceden significativamente los teutones de la familia Von Essenbeck. A las canciones de los pescadores de Aci Trezza y al "suo paese" de Rocco Parondi, la tonada cabaretera "Einen Mann, einen richtigen Mann" cantada por Helmut Berger vestido de Marlene Dietrich. Es la tarjeta de presentación de "La caduta degli dei" la que será, la última ópera (wagneriana y no verdiana) de Luchino Visconti, rebosante de ruido y de furia, de sangre y de violencia. No hay que engañarse: los despropósitos de herr Richard se imponen a las referencias -vía "Macbeth", vía "Buddenbrook" - a William Shakespeare y Thomas Mann.


 "La caduta degli dei" (1968) es un guión concebido con notable astucia tras el semifracaso de "Vaghe stelle dell’Orsa" y el fiasco de "El extranjero" (Lo straniero 1967,nada que ver Visconti con Albert Camus). Lo que sucede es que la toma del poder por el nazismo, vista a través de la orgía de crímenes perpetrados por los distintos von Essenbeck, no está presentada ya desde ningún prisma analítico sino desde la óptica de la consecución de un espectáculo abigarrado, barroco, nada complejo y gratificante. Resumiendo, un melodrama exuberante con telón de fondo agradecido. Y como aquí ya no se trata, de aplicar las reglas de la dialéctica sino lisa y llanamente de "impresionar", podemos objetar que a pesar de su afición al melo a Visconti le sobra cultura y le falta vigor para conseguir sus propósitos. Justamente lo contrario que al inefable Wagner, capaz de las mayores barbaridades y de los más fabulosos desaguisados histórico-mitológicos pero lleno de un pathos (5) que le sitúa en el polo opuesto de Visconti y en los lugares inmediatos a King Vidor o “Metrópolis”. De "La caduta degli dei" nos quedamos con aquellos instantes en los que Visconti se acerca tímidamente a Wagner: la fiesta de cumplea¬ños del barón Joachim von Essembeck al principio del film y la boda/suicidio de de Sophie y Friedrich (Ingrid Thulin y Dirk Bogarde) con que culmina la película. Y, en mitad de la misma, "la noche de los cuchillos largos", secuencia tan larga, complicada y hermosa como el desenlace del “Anillo del Nibelungo”. Los explosivos rojos y negros de "La caída de los dioses" parecen que van a derrumbar el íntimo lirismo de "Vaghe stelle dell'Orsa" para abrir el camino de la aparatosidad gratuita. Pero, una vez más, Visconti se saldrá por la tangente, y reencontrará a los etruscos de Volterra en los apestados de Venecia.„ Alguna de las groserías de "La caduta" van a acompañar  el paseo por el amor y la muerte de Gustav Von Aschembach. "La caduta degli dei” fue el mayor éxito de taquilla de toda la carrera de Visconti y, justo es decirlo, hay no pocos que la consideran una obra maestra. Debo confesar que el paso del tiempo me ha llevado a estimar más esta película desbordante y desbordada.

La confesión


"Muerte en Venecia" (Morte a Venecia 1970) es la película más personal y más sincera de Visconti. Dirk Bogarde no es ni Thomas Mann ni Gustav Mahler sino el otrora conde de “sinistra”. Silvana Mangano es la madre del cineasta (y viste sus mismas ropas) y Bjorn Anderssen no es Tadzio sino el nada oscuro e imposible objeto de deseo. "Muerte en Venecia" fue quizá el film más ensalzado (hay quién como Fernando Lara la consideró la mejor película de la historia del cine) y más vituperado (quién piensa que se trata de un insoportable delirio menopáusico del autor de "La terra trema"). Visconti enlaza con los románticos rezagados de fines del siglo XIX que se prolongaron en dos artistas que vivieron ya nuestro siglo: Thomas Mann y Gustav Mahler. De Mann toma la idea de su relato homónimo pero la referencia más importante es Mahler. El Gustav Mahler - Aschenbach – en el film nada tiene que ver con el Mahler real. Mahler fue un músico de éxito (en su faceta de director de orquesta no de compositor) que representó el último momento de la corriente romántica. Heredero directo de Wagner y Bruckner - utilizados y amados por Visconti - el estilo de Mahler revela la impotencia de quién quiere ser un imposible y nuevo Beethoven en un contexto -y unos gustos - que ya no son los del siglo XIX. Asi Mahler pudo ser un músico mimado por aristócratas y ricos burgueses, autor de sinfonías titánicas e inútiles, ya que en el devenir de la música Stravinsky, Hindemith, Bartok, Schonberg y los serialistas se encargarían de eliminar todo vestigio postromántico. Visconti toma el tema de Mann y a Mahler como protagonista del mismo, eligiendo con todo cuidado las páginas del compositor entre aquellas en las que la morbidez está por encima del estruendo. Directores de orquesta tan eminentes como Bruno Walter, Otto Klemperer o Willhem Mengelberg mantendrían encendido el fuego mahleriano en la primera mitad del siglo XX. Luego Mahler pasó a formar parte de los músicos más amados. La ayudita de Visconti aumentó su popularidad y hoy es interpretado, grabado y disfrutado con gran asiduidad y absoluto entusiasmo. Lo merece. 


La búsqueda de la Belleza Absoluta por parte de Mahler-Aschenbach-Visconti y la destrucción inevitable que conlleva es un motivo plenamente romántico (tocado tambien por otro homosexual como Benjamín Britten) que, al igual que la pasión de los hermanos de "Vaghe stelle dell'Orsa", remite a otro tiempo (la ya mencionada "eternidad"). Andan despistados por tanto los que piensan que "Muerte en Venecia" es el pico del análisis dialéctico (¿,¿¿), o los que se desinteresan de Aschenbach y Tadzio pretextando que es una vulgar y decadente historia gay mal narrada (tantos zooms) por otro de su cuerda (!!!). En este empeño madurado durante años se está, sin embargo, a punto de alcanzar la suprema aspiración de todo artista: la armonía. De haberse conseguido "Muerte en Venecia" se habría erigido efectivamente en una obra maestra “per sempre” como el adagietto de la sinfonía nº 5 del propio Mahler que es el leiv-motiv sonoro de la película. Quedándose a medio camino en la consecución de esa (para él) inaccesible armonía, "Muerte en Venecia" no deja de resultar impresionante.....sin que no podamos por menos de lamentar que Visconti afee la que pudo ser la obra de su vida con unos torpes diálogos entre Mahler-Aschenbach y Schomberg-Alfried que no añaden nada puesto que desde la llegada del vaporetto a Venecia a los sones del citado adagietto mahleriano ya sabemos que Visconti está de parte de los últimos románticos y no de los revolucionarios de formas y fondos. Asi se cierra el círculo originalísimo del realizador de Milán; que si en "La terra trema" explicaba la inutilidad de los esfuerzos individuales y la necesidad de la lucha colectiva contra los explotadores ( ¡¡proletarios del mundo entero unios!¡), en "Rocco y sus hermanos" negaba la posibilidad redentorista del cristianismo,  y en "El Gatopardo" aplicaba el método crítico-autocrítico para resolver la contradicción razón/sentimiento a favor de la primera; en "Muerte en Venecia" ya no importan más que el individualismo, el yo, la mística de la redención y la entrega a la pasión. Para el Luchino Visconti de 1.971, el marxismo parece no ser otra cosa que un pecadillo de juventud.

Luis Betrán

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